domingo, 8 de diciembre de 2013

Capítulo 8

Mi Seductor Amigo
Capítulo 8

Esa noche Victoria se distrajo mientras se daba los últimos toques a su maquillaje cuando la bata de un hombre pasó volando ante ella para aterrizar a medias sobre la silla delante del tocador.  Se volvió y encontró a Marcos apoyado con gesto negligente en la puerta.  Llevaba una elegante camisa de seda y pantalones negros, pero tenía el pelo mojado y sin peinar y los pies descalzos.
V: Por favor, no tires cosas cuando me estoy aplicando rímel.  Al padrino no le gustaría que denunciara a la empresa por dejarme ciega.
M: Lo siento (se acercó al armario y sacó unos zapatos).  ¿Te molesta que termine de vestirme aquí? (para evitar la especulación y los rumores de las camareras acordaron compartir el armario del dormitorio y dejar cosas por la habitación para que diera la impresión de que la ocupaba una pareja feliz.  Pero ella había insistido en que Marcos usara el cuarto de baño para vestirse).
V: Creo que mi corazón soportará que te pongas unos zapatos y una corbata (le sonrió a través del espejo).
M: Estamos en un hotel de vacaciones.  ¿Crees que es necesaria una corbata? Pensaba que bastaría una chaqueta.
Dado su atractivo, su cuerpo atlético y su inconsciente sentido de la elegancia, Victoria sospechaba que lo aceptarían en una boda real incluso con unos jeans rotos y una camiseta.  Le sugirió la corbata porque temía que un vistazo de ese pecho bronceado haría que Elizabeth se pusiera a babear.
V: ¿Tienes una de esas camisas que se abotonan hasta arriba?
M: ¿Cómo ésta? (se dirigió al armario y sacó una de lino).
V: Perfecta.
Se volvió hacia el espejo para continuar con el proceso de maquillarse, cuando toda la concentración se desvaneció al ver reflejada la imagen de un pecho masculino desnudo.  Se le disparó el pulso.
V: ¿Qué haces? (exclamó, girando para mirarlo).
M: Lo que me sugeriste.  Cambiarme de camisa.
V: Pero...  pero...  se supone que debes vestirte en el cuarto de baño.
M: Por el amor de Dios, Victoria, me cambio de camisa, no de calzoncillos.  Cuando hemos salido a navegar me has visto con mucho menos.
Victoria al saber que Marcos tenía razón la convertía en la mujer más idiota y desconcentrada de toda la historia.  ¿Cómo pudo no fijarse en un pecho tan impresionante como el que en ese momento tenía a unos metros de distancia? Era una de las cosas más tentadoras de tocar que había visto.
M: Mira, si tanto te molesta, me daré la vuelta (Marcos acompañó las palabras con la acción).  ¿Mejor? (Victoria contuvo un gemido, al ver su espalda a través del espejo.  Abrir la boca era arriesgarse más).  A propósito (continuó él mientras se ponía la camisa), tienes una línea de maquillaje que te cruza la mejilla.
V: ¡Lo sé! (mirándolo atravesado).
M: Eh, no te lances a mí yugular.  Sólo intentaba ser de ayuda.
V: Lo siento (giró hacia el espejo y sacó unos pañuelos de papel).  Estoy un poco nerviosa esta noche, eso es todo (era una verdad a medias).
M: No lo estés.  Lo harás bien.  Únicamente debes seguir mis pautas.
V: ¡Tus pautas! (estalló en una carcajada).  ¡Tienes tanto conocimiento de cómo debe comportarse un hombre casado como del estilo de vida de un monje! (sacudió la cabeza y lo observó a través del espejo).  No, Marcos, tú me seguirás a mí, o esta farsa se descubrirá en dos minutos.
M: Hmmm...  (dijo echándose sobre el colchón de agua), esto sí que es cómodo (movió el cuerpo y provocó una suave ondulación).  ¿Sabes, Victoria? Si aceptaras compartirlo conmigo en base a una rotación (volvió a moverse), aceptaré seguir tus pautas (se apoyó en un codo y le sonrió de forma seductora, haciendo que la mente confusa de Victoria superpusiera la imagen de su pecho desnudo sobre su torso ya cubierto, y su estómago empezó a imitar el vaivén del colchón).
V: Olvídalo, Marcos.  La cama es mía.
M: Debo recordarte, cariño, que así como tal vez tengas aspiraciones al matrimonio, la realidad es que a ti también te falta experiencia.
V: ¡Ah! Pero a diferencia de ti, he estudiado el tema y conozco las teorías en las que se basa.  De modo que es razonable que tú me sigas a mí.  ¿Entendido?
M: ¿Me serviría de algo decir que no? (sonrió).
V: En absoluto.
M: En ese caso, creo que en este matrimonio quien lleva los pantalones eres tú.
V: Exacto.  Y ahora...  (le arrojó un peine).  Arréglate el pelo.
M: Estupendo (gruñó, alargando el brazo izquierdo para capturar con destreza el peine).  Incluso en un matrimonio falso, me regañan y ordenan.
V: No te regaño, te ayudo; hay una diferencia.
M: Si tú lo dices, correcto.  Entonces, dime, oh, Experta en Matrimonio, ¿cómo voy a saber yo, un ingenuo soltero con fobia al matrimonio, si esta noche cometo algún error?
V: Te haré una señal.  Y en ese momento te callarás de inmediato...
M: Como haría cualquier marido respetable.
V: Entonces, dependiendo del grado de tu metedura de pata, iniciaré el control de daños apropiado (hace una pausa y estudió las pocas joyas que había llevado).  No estoy segura del anillo que debo ponerme...  tengo uno de esmeralda, el de perla que me regaló Daniel en mi graduación y uno con un zafiro y un diamante que compré yo.  Además de tres sortijas grabadas... (Se volvió y lo miró).  ¿Cuál crees que debería ponerme como anillo de boda?
M: Demonios, no lo sé.  ¿Por qué me preguntas? ,
V: Porque entonces podré decir con sinceridad que lo elegiste tú.
M: Te estás metiendo en el papel (mostró una expresión divertida), eso me encanta.
V: También he traído el de mi madre (eligió uno sencillo de oro).  Pero, a pesar de lo mucho que me gusta, es demasiado sencillo para impactar a Elizabeth.
M: Ponte el que creas que la impactará.
V: No puedo.  No me traje el diamante enorme que tengo.
M: Victoria (dijo con voz cansada).  ¿Qué diferencia habrá mientras lo lleves en el dedo anular de la mano izquierda?
V: La hay, Marcos (chasqueó la lengua).  La gente espera que alguien tan rico como tú le regale algo deslumbrante a la mujer que ama.
M: Pensando se preguntó a sí mismo “Pero, ¿Y si la mujer en cuestión era alguien como Victoria, que no se dejaba deslumbrar por eso?”
Irritado por contemplar algo tan irrelevante, intentó solucionar con la máxima sencillez lo que para Victoria parecía un problema enorme.
M: Te diré lo que harás (indicó).  ¿Por qué no eliges el que a ti te gusta más, y si alguien insinúa que soy tacaño o no estoy lo bastante loco por ti, yo comentaré que no querías otra cosa y que, en última instancia, me pareció apropiado dejar que la elección fuera tuya, ya que quería cerciorarme de que lo llevaras toda la vida? ¿Te parece bien? (Victoria se quedó quieta como una estatua y lo miró con boquiabierto asombro).  ¿Qué? (mentalmente intentó saber en qué había metido la pata).  ¿Qué he dicho?
V: Esa es la cosa más romántica que jamás haya salido de tu boca, Marcos Guerrero (meneó la cabeza).  ¿Quién lo habría imaginado?
M: Eh (protestó, sintiendo la necesidad de defenderse ante su exagerada sorpresa).  Quiero que sepas que he dicho muchas cosas románticas en mi vida.
V: Me refería vestido (momentos después se levantó y agitó la mano).  De acuerdo, la decisión ya está tomada.  Vámonos.  Cuanto antes empiece esta pesadilla, antes se acabará.
Marcos estaba seguro de que el vestido que se había puesto era el mismo que había usado en la celebración de la Despedida de Año, aunque cuando una mujer tenía tantos modelos en tantas variedades y estilos de color negro como Victoria, resultaba difícil saberlo con certeza.  Pero el vestido, de cuello alto y la abundancia de hombros que revelaba, se le había quedado grabado.
Así como Victoria no tenía las curvas voluptuosas de las mujeres con las que habitualmente salía, era muy bien proporcionada y tenía un porte tan elegante que hacía que los hombres volvieran la cabeza.
V: Bueno (dijo ella), ahora levántate de mi cama y vayámonos.
M: Para alguien que supuestamente teme la noche que le espera, tienes muchas ganas de irte (miró la hora).  ¿Qué prisa hay? Aún nos quedan veinte minutos, y andando se llega al hotel en menos de cinco.
V: Lo sé, pero si llegamos tarde, dará la impresión de que nos demoramos en el dormitorio.
M: Digo yo, ¿Y eso no sería bueno en estas circunstancias? (comentó, desconcertado por las imágenes que de inmediato brotaron en su mente).
V: Hmm.  Demasiado evidente (dijo Victoria).  Si de verdad hubiéramos estado tonteando, intentaríamos ocultarlo en vez de exhibirlo.  Será mejor que lleguemos pronto, así se sentirán obligados a disculparse por hacemos esperar.
M: Tienes experiencia en esto (acusó Marcos).
V: ¿En fingir estar casada?, No.  Lo que pasa es que sé cómo piensa una mujer como Elizabeth (cuando Marcos dejó de tratar de analizar ese comentario, Victoria había salido del dormitorio y mostraba su impaciencia moviendo el pie delante de la puerta de entrada).  Vamos, cariño (lo llamó con un gesto del dedo).  Es importante que dispongamos de tiempo para adaptarnos en nuestro papel antes de que ellos lleguen.  Podemos tomar una copa en el bar y probar nuestra actuación con el camarero.
M: ¿Seguro que no quieres que sincronicemos los relojes? (bromeó).  O quizá deberíamos estudiar las señales que vas a emplear cuando diga o haga algo equivocado (sugirió con falsa inocencia).
V: No te preocupes, Marcos (lo tranquilizó con una sonrisa).  Tengo una fe absoluta en ti.  Además, si da la impresión de que estás en peligro de estropearlo, te lo haré saber mediante una sutil patada en la espinilla o un codazo en las costillas.
M: Bueno, imagino que eso es mejor que vaciarme una cubeta de hielo en la cabeza (comentó).
V: Juro que no recurriré a eso a menos que sea absolutamente necesario (reía cuando Marcos la dejó pasar por la puerta y se volvió para cerrarla, de modo que la palabrota que soltó lo pilló desprevenido.  Pero antes de que pudiera girar para ver qué sucedía, ella usó su cuerpo para inmovilizarlo contra la puerta).  Devoradora de hombres a las dos en punto (le susurró con urgencia).  ¡No hagas nada!
¡Y de pronto Marcos se encontró recibiendo un beso profundo!


Continuará….

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