domingo, 8 de diciembre de 2013

Capítulo 10

Mi Seductor Amigo
Capítulo 10

F: ¡Por supuesto, por supuesto! (animó Frank).  Yo ya no puedo bailar, pero aún soy capaz de apreciar lo agradable que es tener a una mujer hermosa en brazos.
V: Más probablemente al viejo verde de Prol le gustaría tenerla tumbada (musitó Victoria cuando salieron a la pista de baile poco iluminada).  ¡Si no me hubiera apartado de esos dos creo que habría vomitado!  Dios mío, se la come con los ojos como si fuera un adolescente encendido.  ¡Aunque ella tampoco es mejor! (exclamó acalorada).  ¡Le mete las tetas en la cara al mismo tiempo que te seduce a ti! ¡Y tú la animas, maldita sea!
M: ¡En absoluto! Lo más que he hecho ha sido hablar con ella.
V: Exacto.
M: Sé razonable, Victoria, no puedo ignorarla.  Además, coquetear para Elizabeth sólo es un juego.  Podría gustarle ganar, claro, pero lo más importante es la persecución.
V: ¿De verdad? (lo miró con expresión sarcástica).  ¡Bueno, por si no has notado sus ladridos, ha salido en pos del zorro!
Así como siempre había apreciado el humor sarcástico de Victoria, empezaba a ser consciente de que había pasado por alto otras cosas de ella.  Por ejemplo, el modo seductor en que su cuerpo se entregaba al ritmo de la música.  Ello implicaba que, dada la irritación y preocupación que sentía con los Prol, resultaba improbable que pensara de forma consciente en su papel de mujer felizmente casada y, por ende, la fluidez y suavidad con que se movía alrededor de la pista debía ser instintiva.  Era un concepto más excitante que interesante, ya que sus leves; pero tentadoras curvas se pegaban a él de una manera que disparaba sus instintos más bajos.
V: Marcos...  ¿me prestas atención?
M: Más que nunca (le dice en doble sentido sin que Victoria se percatara de la intensión que llevaba las palabras de Marcos).
V: Bien.  Entonces no bajes la guardia con Elizabeth (suspiró; eso alzó sus pechos y la frecuencia cardíaca de él).  Por algún motivo los hombres tienen la costumbre de subestimar de lo que es capaz una mujer.
Marcos pensó “Dímelo a mí”, y sus dedos anhelaron comprobar si su cuello era tan suave como sus hombros desnudos.
M: Deja de preocuparte, Victoria.  Podré ir por delante de Elizabeth.  Aunque no debemos olvidar que es el tipo de mujer que si se siente rechazada, podría decirle algo a Frank y fastidiarnos el negocio para vengarse.
V: ¿Debo sorprenderme?
M: Lo único que te digo es que sería inteligente que dejaras de provocarla cada vez que abres tu linda boquita.
V: ¿Yo? (abrió mucho los ojos).  ¿Qué yo la provoco? Marcos Guerrero, ¿has llevado tapones en los oídos toda la noche? No ha dejado de dispararme perdigones desde que fue a recogernos.  No he hecho nada deliberado para agitarla.
M: ¿De verdad? Entonces el beso que me diste en el exterior de la cabaña no fue para provocarla, sino para excitarme a mí, ¿no?
V: ¿Qué te...? ¡No seas ridículo!  ¡Por el amor del cielo, ese beso no fue peor que el que tú me diste en el aeropuerto!
M: Coincido contigo en un punto (dijo, fascinado por el súbito tono rojo que encendió sus mejillas y el énfasis en su negativa).  En absoluto fue peor.  De hecho, he de decir que tu técnica ha mejorado en sólo unas horas.
V: ¿Perdón?
M: Bueno, había bastante diferencia entre la estatua de boca cerrada que besé en el aeropuerto y la tormenta de mujer que me aplastó contra la puerta de la cabaña.
V: Hmm... eso se debe a que en la cabaña no estaba catatónica por la sorpresa; ya sabía lo que sucedía.
Marcos pensó “Bueno, pues al menos ya es uno”, porque en ningún momento supo qué lo había golpeado. 

Desde el instante en que su boca se había posado en la suya, sintió como si lo hubieran electrocutado.  Al mirar sus labios levemente entreabiertos se preguntó si repetir el ejercicio demostraría de forma concluyente si había sido la mujer o las circunstancias las responsables de que su pulso se disparara.
Cuando por voluntad propia su dedo pulgar rozó el labio inferior de Victoria en el instante en que ella se lo humedecía con gesto nervioso, Marcos supo que tenía que averiguarlo.  Pero no quería que en esa ocasión ninguno tuviera la excusa de estar desprevenido.
Victoria no pudo contener un ligero jadeo de sorpresa cuando Marcos bajó la cabeza y comenzó a juguetear con el lóbulo de su oreja, y si el brazo que le rodeaba la cintura no se hubiera tensado en ese preciso momento, sin duda se habría desplomado en el suelo.  Esforzándose por superar las caóticas e inesperadas respuestas de su cuerpo ante la representación demasiado convincente de un “marido y amante”, sin éxito trató de retirarse un poco.
V: ¿Eh...  Marcos...  Hmm...  no te estás excediendo...  un poco? (logró soltar).
M: Shhh (susurró; recordó las palabras de ella y añadió),  no hagas nada.
Mientras Victoria se quedó pensativa “¡Qué no hiciera nada! ¡Debía estar bromeando! ¿Es que no tenía idea del efecto que surtía en ella? Demonios, desde el momento en que la abrazó apenas había sido capaz de respirar.”  El corazón de Victoria latía como si fuera a salírsele del pecho, y empezaba a sentir tanto calor que comenzaba a sudar en sitios que no se veían afectados por la temperatura ambiental.  El aroma de su loción para después del afeitado era tan evocador como el incienso mezclándose con el calor, y el sólo hecho de pasarse la lengua por las comisuras de la boca invocó el sabor del beso anterior.
“¡No, Victoria!”, gritó su cerebro.  “¡Deja de mover la lengua en este mismo instante!”.  ¡Demonios! ¿Qué estaba pasando? Bueno, de acuerdo...  no era tan inocente como para no reconocer que sus hormonas despertaban, pero, por el amor del cielo, ¡era Marcos!  Había bailado con él cientos de veces y jamás se había excitado.  Aunque él nunca le había mordisqueado la oreja ni pasado su mano por su trasero de esa forma tan sexy y estimulante.  Mentalmente luchó para aferrarse a la idea de que lo hacía en beneficio del negocio con los Prol.  No le resultó fácil.  ¡Cielos! Las cosas que le hacía sentir.
Supuso que en algún momento del pasado debió estar excitada de esa manera...  tal vez.  ¡Pero no completamente vestida, en vertical y en público! Y todavía ni siquiera la había besado.  Señor, si lo hacía...  tendrían que llamar a los bomberos para apagarla.
M: Victoria... (aunque sus labios húmedos apenas rozaron la piel de ella, su aliento le puso la piel de gallina.  Continuó mordisqueando y hablando—: No...  hmmm...  has respondido a mi...  pregunta.
Vicky pensó “¿Le había hecho una pregunta? ¿Cuándo? ¿Era la pregunta o algo más trivial, como quién sería campeón de la liga de baloncesto?”
M: ¿Victoria?
V: Hmm, eh...  no estoy segura (dijo con voz ronca, y sintió su risita).
M: No era una pregunta tan difícil.
V: ¿No? Oh, bueno, en realidad yo...  ¡Oh, Dios mío! (al mismo tiempo que se ponía pálida y jadeada horrorizada, se derrumbó sobre Marcos como si las piernas le hubieran cedido, y por primera vez en su vida él sintió un verdadero pánico).
M: Victoria, ¿qué pasa? (no hubo una respuesta verbal mientras ella enterraba la cara en su pecho).  ¿Victoria? Cariño, ¿qué pasa? ¿Te sientes mal? ¿Te...?
Ella sacudió con fuerza la cabeza al tiempo que echaba un vistazo furtivo por encima de su hombro.  Se echó hacia atrás y farfulló algo incomprensible, luego repitió el movimiento, empujándolo un poco a la izquierda como si lo usara de escudo.  Estaba rígida por la tensión.
M: Por todos los cielos, Victoria (siseó Marcos, sujetándola por el hombro).  ¿Qué pasa?
V: Odio decirte esto, Marcos, pero nuestro matrimonio se acabó (unos ojos muy abiertos lo miraron).  Brian Carrillo acaba de entrar en el ascensor...
Las palabras impactaron en Marcos como una patada en el estómago.

Continuará…

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