lunes, 9 de diciembre de 2013

Capítulo 13


Mi Seductor Amigo
Capítulo 13

 
Cuando Victoria se unió a Marcos en el patio, éste calculó que unos veinte minutos habían pasado.  Verla recién salida de la ducha, libre de maquillaje, le resultó casi tan excitante como cuando llevaba puesta su camisa.  Pero a pesar de apreciar su figura en la tumbona, fue incapaz de contener una mueca de disgusto cuando levantó la taza fría de café y se puso a beberlo.
M: Hay un microondas en la cocina, ¿sabes?
V: No, así está bien.  Lo que necesito es el contenido y no la temperatura.  Tomaré uno caliente cuando vayamos al hotel a desayunar.
M: No iremos (le informó).  No podemos arriesgamos a encontramos con Carrillo.
V: Puedes llamarme poco profesional, Marcos (lo miró), pero no pienso morirme de hambre por defender los intereses de Pintos.  ¡Eso es llevar las cosas demasiado lejos!
M: Trazas la línea de dedicación a la empresa en nuestro matrimonio, ¿eh? —rió.
V: Hmm.  Si realmente hubiera sabido en qué me metía, la habría trazado más cerca de casa...  ante la puerta de mi despacho (afirmó con una firmeza admirable).
M: Relájate, tranquilita.  No te pido que des tu vida por la empresa...  En cualquier caso, hoy no.
V: Cielos, gracias, pero con Elizabeth esperándome no me siento tranquila.
M: ¿Recuerdas que en un gesto de magnanimidad Frank nos concedió servicio de habitaciones las veinticuatro horas? Pues vamos a aprovechar su ofrecimiento y evitar el hotel durante los próximos días.  Quizá eso no impida que Elizabeth aparezca de forma inesperada, pero debería solucionar el problema de Carrillo (ante su gesto de enarcar la ceja explicó).   Sé con certeza que debe volver a la oficina en tres días.  Si tenemos en cuenta las molestias que se tomó para conseguir el ascenso, no va a arriesgarlo empezando por llegar tarde.
V: Te equivocas, Marcos.
M: ¿Crees que arries...?
V: No, no.  Me refiero a sus vacaciones.  Su secretaria me dijo que volvería en dos semanas.
M: ¿Cuándo te lo contó? (frunció el ceño).
V: El día después de mi regreso.  El día antes de que te pidiera que... hmm...
M: Sí, sé lo que me pediste (cortó con sequedad con cierto enojo que ni el mismo entendía.  No necesitaba recordatorios de lo lejos que estaba dispuesta a llegar por Carrillo).  La cuestión es que cuando ese día pasé por el despacho de Carrillo, sin saber que se había ido de luna de miel (añadió adrede), me informaron de que estaría fuera una semana.  Lo cual significa que, como máximo, tendrá que irse de aquí en tres días.
V: Quizá lo entendiste mal.
M: Lo mismo se aplica a ti.
V: Imagino que es posible (se encogió de hombros y miró el café).  Me hallaba en un estado muy emocional (Marcos no le encontró sentido a explicarle que tenía ganas de golpear unas cuantas cabezas después de dejarla en su despacho para dirigirse a la planta del departamento de diseño.  Menos mal que Carrillo no había estado).  Marcos (comentó con la vista baja).  ¿Hasta dónde llegarías por la ambición? (él apretó los dientes y maldijo en silencio; tuvo el impulso de largarse o decirle otra vez que Brian Carrillo no la merecía).  ¿Y bien? (insistió Victoria).
M: Si me preguntas si me casaría para...
V: No (cortó rápidamente).  Me...  me refiero...  ¿considerarías utilizar a tus hijos del modo en que todo el mundo piensa que hicieron nuestros padres?
La triste incertidumbre que Marco vio en los ojos de Victoria le rompió el corazón.  Lo último que esperaba es que sacara las circunstancias por las que habían sido criados por Daniel Pintos.
M: Me pregunté en su momento qué efecto tendría en ti el comentario de anoche de Frank.  (Victoria no respondió; se la veía pensativa mientras estudiaba el contenido de la taza de café).  Nunca antes habíamos hablado de nuestros padres.
V: Para serte sincera, y a pesar de lo horrible que pueda sonar...  casi nunca pienso en ellos (apretó los labios).  Solía hacerlo, pero lo dejé porque me sentía culpable.
M: ¿Por qué?
V: Tengo dos álbumes llenos de fotografías de ellos y yo cuando era pequeña.  Antes los miraba todos los días y deseaba que estuvieran vivos para poder tener una familia de verdad (se encogió de hombros).  Luego, más o menos al cumplir los doce años, empezó a molestarme pensar que era desleal con Daniel.  Jamás se me pasó por la cabeza que mis padres le hubieran pedido que fuera mi padrino como una estrategia profesional.  No hasta que escuché a algunos ejecutivos hablar de ello en una barbacoa durante una celebración de la fiesta nacional.
M: ¿Qué edad tenías cuando sucedió?
V: No sé...  once, doce.  Le pregunté a la señora Class si era verdad...
M: ¿Y qué te contestó la Terrible Flor? (A Marco le alegró que Victoria soltara una risita.  Flor Class había sido la niñera y ama de llaves que Daniel había contratado cuando los dos se fueron a vivir con él.  La mujer brusca, pero amable se había jubilado hacía doce años, cuando Victoria terminó la escuela secundaria, pero había seguido manteniendo contacto con sus dos antiguos pupilos.
V: Oh, me dijo que era una tontería y que si era feliz viviendo con Daniel eso no debería representar ningún problema.  Después, dejé que los rumores me resbalaran.  Pero, si pudiera disponer de un deseo, no sería que mis padres no hubieran muerto, sino saber con absoluta certeza que me querían.  Que no le pidieron a Daniel que fuera mi padrino para que papá se lo ganara.  Daniel se merece algo mejor —se encogió de hombros—.  Es tu turno.  ¿Te has preguntado alguna vez qué sentían tus padres?
M: No (la respuesta breve y la mirada impenetrable le indicaron que había contestado y que no iba a ofrecer nada más.  Justo cuando ella iba a cambiar de tema él soltó una risa).  ¡Qué demonios! Si voy a comparar cicatrices con alguien, ¿quién mejor que tú?
Como era evidente que no le entusiasmaba nada hablar de sus padres, Victoria supo que lo más considerado sería decirle que no era necesario.  Pero calló, ya que de pronto anhelaba saber todo lo que pudiera sobre Marcos.
M: Todos mis abuelos estaban muertos cuando nací yo (comenzó).  Mi madre era hija única y mi padre sólo tenía una hermana menor, a la que rara vez veíamos, ya que papá y ella no congeniaban.  Gema vivía en una comuna en el norte de Nueva Gales del Sur, y era tan hippy y de espíritu libre como mi padre un tiburón corporativo y un arribista.  Por algún motivo, vino a visitamos cuando yo tenía ocho años.  Para mí, un joven estudiante de la clase media alta, no podía ser más alienígena y extraña que si fuera verde y tuviera antenas en la cabeza.
El leve titubeo indicó que examinaba recuerdos que se habían vuelto borrosos por la falta de uso.
M: En ese momento Gema estaba pasando por una fase en que la muerte y la familia le obsesionaban.  Y, desde luego, la reencarnación.  No paró de hablar de ese tema.  Durante meses después de su visita me fue imposible pasar delante de un perro o un gato sin preguntarme quién habría sido en una vida anterior...  (Sonrió, en esa ocasión con diversión y ternura).  En cualquier caso (continuó con expresión de nuevo impasible), una noche estábamos cenando todos cuando Gema anunció que mis padres debían estar plenamente preparados para su muerte y que deberían redactar sus testamentos para asegurar mi futuro, nombrándola mi tutora ante el caso de que murieran juntos.  Bueno, cuando mis padres dejaron de reír, le dijeron que ya tenían hechos los testamentos.  Parafraseando a mi madre, no sólo garantizaban mi bienestar cuando pasarán a la próxima vida, sino que también garantizaban mi futuro en ésta vida nombrando a Daniel mi tutor (clavó sus duros ojos negros en ella).  Como puedes ver, Victoria, a diferencia de ti, a mí se me ahorró la angustia de preguntarme cuál era la motivación de mis padres al nombrar a Daniel como mi tutor.
Era imposible pasar por alto la aspereza en la voz de Marcos, y Victoria no supo cómo responder a ella.  Tras un silencio que amenazaba con durar una eternidad, él volvió a hablar:
M: Tenía diez años cuando aconteció el accidente.  Era lo bastante mayor como para saber que mis padres no eran perfectos, o que ni siquiera se parecían a los de mis compañeros de clase, ya que ninguno se ofrecía voluntario para realizar alguna tarea en la escuela.  Como adulto, puedo mirar atrás y reconocer que no tuvieron un matrimonio feliz, pero me es imposible afirmar que permanecieron juntos por algo tan noble como darme una infancia estable.  Fueron las ambiciones profesionales de mi padre y su éxito financiero lo que los mantuvo unidos.  Nada más.  En cierto sentido, su muerte durante una recepción de la empresa fue un modo extraño, pero adecuado de partir.  Lo irónico es que probablemente lo mejor que hicieron jamás por mí fue usarme como medio para acercarse a Daniel, porque para mí él es más padre que lo que ninguno de ellos fue capaz de ser.  Las historias de que nuestros padres competían entre sí siempre me han parecido plausibles, porque sé exactamente qué tipo de hombre era mi padre.  No sé cómo era el tuyo, de modo que no puedo aventurar sus motivos; quizá no quería que el mío tuviera una ventaja sobre él; quizá hacer que Daniel fuera tu padrino surgió por algún motivo sincero.  No lo sé.  Pero sí sé que los dos hemos sido muy afortunados por tener a Daniel, Victoria (ella sonrió, no era necesaria ninguna respuesta verbal). 

 

La contestación a tu pregunta original, que es hipotética, ya que no tengo intención de tener hijos, es no.  No usaría a mis hijos para progresar en mi carrera.  Como tampoco me casaría por conveniencia para conseguir un ascenso.  Y eso... (Sonrió), me obliga a señalar que si Brian Carrillo hubiera tenido una disposición similar, no nos hallaríamos en este aprieto.
Aliviada al oír que la amargura se había evaporado de su voz, estaba más que dispuesta a evitar sondear más su pasado y a centrarse en sus problemas presentes.
V: Aunque tú tengas razón y yo me equivoque en la fecha de regreso de Brian, ¿cómo puedes evitar ir al hotel? Frank va a insistir en reunirse contigo allí para disponer de la ventaja de ser local.
M: Esa es la parte del plan que aún estoy meditando.  Es nuestra mala suerte que Carrillo no aprovechara el descuento a los empleados y fuera a uno de nuestros hoteles.
V: ¿Por qué no llamamos a Daniel para que compruebe cuánto tiempo se quedará Brian aquí? (sugirió ella).
M: Los únicos teléfonos conectados con el continente están en el ático de Prol y en la oficina principal del hotel.  No puedo correr el riesgo de que me oiga explicarle a Daniel por qué quiero saberlo.
V: Podemos probar con el móvil.
M: Lo intenté cuando llamé para pedir que vinieras.  Apenas tiene cobertura.
V: No puede ser tan mala.  Después de todo, estoy aquí.
M: Sí...  (la miró un largo rato).  Pero lo atribuyo a mi cuota anual de buena suerte (ella sintió una súbita timidez y se forzó a soltar una risa incrédula).  Hablo en serio, Victoria.
El pulso se le aceleró; alzó la taza vacía y fingió beber un trago de café, sólo para romper el contacto visual sin que resultara demasiado evidente.  Buscó desesperada algo impersonal que decir para llenar el silencio.  Al no encontrar nada, comenzó a urdir una excusa factible para levantarse y marcharse.  La excusa se la dio un inesperado crujido del estómago.
V: No digas nada (advirtió cuando Marcos enarcó una ceja con gesto divertido).
M: Eh...  yo no hice ningún ruido.
V: Voy a pedir el desayuno (se incorporó).  ¿Quieres algo especial?
M: Bueno, eso depende, Victoria (repuso, al tiempo que realizaba una lenta evaluación de su cuerpo antes de volver a mirarla a los ojos).  ¿Tu pregunta se refiere al desayuno o es algo...  más general?
V: Marcos, ¡Al desayuno! (Victoria esperó no tener la cara colorada.  ¿Por qué de repente su mente empezaba a darle a cada comentario inocente un matiz sexual? Comprendió que él había preguntado algo y le pidió que lo repitiera, ya que no había oído nada).
M: He dicho que, como sólo te estás ofreciendo a pedir el desayuno, me tendré que conformar con algo aburrido, como fruta, café y bacon con huevos.
Su risita la siguió hasta el interior de la cabaña, aunque retuvo en la cabeza el tono seductor de su respuesta inicial durante mucho más tiempo.

Marcos dejó a un lado la propuesta de compra que había estado intentando estudiar en cuanto oyó una llamada a la puerta y a Victoria yendo a abrirla.  Entró en la cabaña justo cuando ella empujaba un carrito con platos cubiertos en dirección a la cocina.
M: Justo a tiempo (comentó, levantando las tapas).  Me estoy muriendo de hambre.  ¿Qué...?  (calló con expresión de desagrado y observó a la sonriente rubia que aún no había visto el contenido de la bandeja).  No te entusiasmes demasiado (le advirtió).  ¡Todo está crudo!
V: Lo sé (indicó Victoria con expresión radiante).  Lo pedí así.
M: ¿Qué?
V: Cuando llamé, preguntaron si lo quería hecho o crudo.  Dije...
M: Adivino lo que dijiste, Victoria.  ¿Lo que quiero saber es por qué?
V: Para poder prepararlo yo, desde luego.
M: Oh, Dios (fue una auténtica plegaria para una intervención divina).
V: Al principio no imaginaba por qué la cocina era tan completa (continuó ella).  Pero al parecer Frank ha tenido esta idea fabulosa para la gente que considera que cocinar es una actividad de recreo y a la que, como a mí, le encantaría hacerlo durante su estancia.
A Marcos no le cabía ninguna duda de que a Victoria le gustaría cocinar en cualquier parte, pero la verdad era que no podía.  Y sin descartar que cocinar podía ser una actividad de recreo para algunas personas, él, y probablemente todos los gobiernos extranjeros, habrían clasificado sus esfuerzos como experimentos con armas químicas.
M: Victoria, creo que lo mejor es que pidiéramos nuestras comidas preparadas.
V: ¿Por qué?
M: Hmm...  Porque representará menos molestias.  No tenemos lavavajillas.
V: Eso no es problema.  Todo vuelve al hotel; después de todo, nadie considera lavar platos una actividad de recreo.
M: Victoria, cariño...  sigue siendo mucho trabajo para ti.  De verdad que odio verte ocupada en...
V: ¡Para ya, Marcos! (estalló enfadada).  No soy estúpida.  Tus objeciones se deben a que crees que no sé cocinar, ¿verdad? ¡Vamos, sé sincero! ¿Verdad?
M: No (dijo, ¿Quería sinceridad?) No se debe a que crea que no sabes cocinar.  Se debe a que sé que no sabes cocinar.
V: ¡Te he dicho que he estado tomando clases de cocina!
M: ¿A cuántas has asistido?
V: Medio semestre.
M: ¿Cuántas clases, Victoria?
V: ¡Cinco, de acuerdo! Asistí a cinco lecciones antes de mi último viaje.  Y si no hubiera tenido que viajar, ya casi habría acabado la fase de principiante.  Para tu información, mi maestro dijo que yo era una verdadera promesa.
M: Lo mismo me dijo mi profesor de ciencias de octavo, y dos años más tarde casi hago volar el laboratorio (repuso Marcos).
V: Bueno, si eres tan inútil, mantente alejado de la cocina.  ¡Toma! (le empujó un plato con bacon y dos huevos crudos).  No me importa cómo te los comes, si te los llevas al hotel o te los metes por...
M: ¡Por amor al cielo, Victoria! No es un pecado que una mujer no sepa cocinar.  ¿Por qué volverte loca por hacer algo para lo que no has nacido? ¿Cuál es tu obsesión por demostrar que puedes cocinar? ¿Acaso crees que saber montar un suflé te hará más femenina o atractiva?
V: ¡Deja mi feminidad en paz! Para tu información, soy feliz con ella.  ¡Cuando no lo sea, estudiaré procedimientos de implante de pechos y no libros de cocina!
M: ¿Qué?
V: Y además (agitó un tenedor ante su cara), no intento probar nada ante nadie.  Y menos ante ti, Marcos Guerrero.  Disfruto cocinando.  Me relaja y hace que me sienta creativa...  (Marcos dio un paso atrás y permaneció mudo).  Y un día seré tan buena que abriré mi propio restaurante.  Y cuando lo haga (entrecerró los ojos con férrea convicción), voy a contratar al guardia de seguridad más grande y duro, y le daré instrucciones para que no te deje entrar (él no pudo evitar sonreír).  ¿Qué es tan gracioso? (preguntó Victoria)
M: Un restaurante, ¿eh? Bueno, sí, supongo que es posible...
V: ¿De verdad? (la expresión de ella se animó en el acto).
M: Mmm.  Por supuesto, tendrás que esperar que el Guardia de Seguridad sea barato... (le guiñó un ojo).  Porque, cariño, con tu fama de cocinera el seguro te comerá todos los beneficios.
Dominada por el dolor y la furia, empujó el carrito en su dirección y salió de la cabaña mientras él saltaba sobre una pierna y se agarraba la otra, maldiciendo.
Durante un momento ella pensó que iba a decirle algo que la animara, algo como «supongo que es posible...  con trabajo duro y decisión».  ¡Pero no! Tenía que seguir machacándola.  ¡Cómo si él fuera un experto! Probablemente no había entrado en una cocina desde que descubrió que no tenían camas.
Victoria siguió un sendero que había a su derecha, demasiado indignada para considerar las exóticas plantas tropicales y los enormes árboles como algo que no fuera un lugar para ocultarse en caso de que Marcos decidiera perseguirla.  Pero cuando plantó el pie descalzo sobre una rama lanzó un juramento, y estudió con más detenimiento la densa vegetación de la isla, preguntándose si no debía revisar su plan.  ¿Qué podía ser peor? ¿Enfrentarse a una serpiente escurridiza y venenosa o a Marcos? Nerviosa, miró por encima del hombro, luego rió.  ¡Cómo si hubiera alguna diferencia perceptible!
Al comparar a Marcos con los reptiles más mortíferos del mundo no fue consciente de la luz del sol cada vez más intensa, hasta que parpadeó ante su brillo cuando la vegetación terminó.  Alzó la mano para protegerse los ojos y contempló una escena de tanta belleza y tranquilidad que eliminó gran parte de la tensión acumulada en su cuerpo.
Se hallaba en el extremo exterior de una playa de arena blanca con forma de herradura, bañada por un agua tan centelleante que parecía aguamarina líquida.
M: Bastante espectacular, ¿eh?
V: Hasta que tú apareciste (dice sobresaltada).
M: Mira, lo siento.
V: Los actos hablan mejor que las palabras, así que demuéstralo y piérdete.
M: Victoria... (un manantial de chispas estalló en el interior de Victoria cuando las manos de Marcos se posaron en sus hombros desnudos).  Escucha...
A Victoria, el corazón le latía con tanta fuerza que ahogaba todo sonido.  Y como si eso no fuera suficiente, sus traidoras hormonas habían pasado al modo festivo y la tentaban para que se apoyara en él.
M: No pretendía molestarte (continuó marcos).  De verdad, pensé que bromeabas con lo del restaurante; nunca antes lo habías mencionado.
V: No...  no hablo de ello porque prefiero evitar las burlas (Marcos gimió mentalmente; Victoria parecía a punto de llorar.  Si alguna vez se había sentido un estúpido mayor, no recordaba cuándo).  Aparte de ti...  jamás se lo mencioné a nadie.  Pero no te preocupes, no volveré a cometer el error de expresar mis sueños en público.  Ni siquiera te lo habría dicho a ti si no me hubieras enfadado tanto (hundió los hombros).  Reaccionaste como si querer prepararte el desayuno fuera el crimen del siglo.  Como si fuera a envenenarte adrede o algo parecido.
M: Cariño...  lo siento.  La verdad es que...  no fue tanto la idea de que cocinaras, sino...  (Marcos no emitió palabra alguna, solo su mente divagó  en lo que realmente pudiera explicar a Victoria, “¿Qué, idiota?”, se burló su cerebro.  “¿Que de pronto te diste cuenta de que aunque es incapaz de preparar un bocadillo de mantequilla de cacahuetes comerías cristal para conseguir meterla en tu cama? ¡Vamos, dile eso! Responderá de miedo ante esa explicación”).
V: ¿Qué, Marcos? —preguntó ella.
M: Es toda esta loca situación (improvisó, haciéndola girar para que lo mirara), de verdad lamento haberte herido, Victoria.  Y si... (de pronto ella le agarró por el cuello de la camisa y redujo la distancia entre ellos a menos de un metro.  Tenía los ojos tan abiertos como platos, y él experimentó al mismo tiempo alarma y excitación).  Victoria, ¿qué...?
V: Shhh (siseó).  Esta situación de la que hablas está a punto de alcanzar su clímax; Brian está bajando, en dirección hacia nosotros, por el sendero que hay detrás de ti.
M: ¿A cuánta distancia se encuentra? (contuvo el impulso instintivo de dar la vuelta y maldijo).
V: A unos veinte metros.  ¡Y acercándose! Tal vez podamos desaparecer en la playa (le aferró el brazo y se volvió hacia esa dirección).  ¡Vamos, vamos!
M: ¡No! (Marcos la frenó).  Si corremos notará nuestra presencia.
V: ¡Y si no también nos identificará! (otra vez tiró de su brazo, pero su resistencia la frustró de nuevo).
M: Victoria, este es el único camino para salir de la playa.  Si se planta aquí, estaremos paralizados hasta que se marche.  Podría tardar horas.
V: ¡Bien, nos arriesgaremos a una insolación! (musitó, empezando a creer que el único modo de mover a Marcos era llamar a Brian para que lo agarrara del otro brazo).  ¡Marcos, vamos! (aunque tiró con todas sus fuerzas, fue un ejercicio inútil ante la superioridad física de él)  ¡Marcos! (susurró frenéticamente cuando él la pegó a un árbol por el que Brian pasaría en unos segundos).  ¿Qué haces?
M: Besarte.  Considérate advertida...
Continuará….

1 comentario:

  1. AY QUERIDA!!! Si Quique Estevanez lee esto, te contrata para su próxima novela, está ESPECTACULAR!!!! No veo la hora que se den cuenta jajaja increíble la tensión de la trama...sos una genia!!!!!!!!!!!!!!!!!

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