sábado, 14 de diciembre de 2013

Capítulo 15


Mi Seductor Amigo
Capítulo 15

 Esperaba que el beso fuera un asalto apasionado y pleno pensado para trasladarla al siguiente siglo.  Si no conociera a él, Victoria pensaría que la boca de Marcos se mostró tentativa y hasta cierto punto titubeante.  Su lengua se movió con tanta gentileza que pareció temblar en su labio inferior, aunque tal vez ello se debiera a la inseguridad de su propio cuerpo.
Marcos mantuvo las manos plantadas contra la pared manteniendo su cuerpo separado del de ella, negando, por un momento, el contacto más íntimo que Victoria anhelaba mientras que con los labios repetía el beso delicado y tierno.  La pausada exploración del contorno de su boca fue lo más excitante y fascinante que Victoria había experimentado jamás, pero codiciaba más, quería más. 
La impaciencia y el deseo le carcomían las entrañas mientras la piel le hormigueaba y los pezones se le endurecían como piedras por la anticipación.  “¡Vamos!”, gritó mentalmente.  Pero Marcos apenas le rozaba los labios, como si fuera frágil como el cristal y corriera el peligro de quebrarse en cuanto tomara posesión completa de su boca y de su cuerpo.
Entonces, y de manera increíble, él se detuvo.
Victoria seguía con los ojos cerrados, pero no tuvo necesidad de abrirlos para saber que Marcos se apartaba de ella; la sensación de aire fresco le bastó para reconocerlo.  Automáticamente rebobinó para tratar de descubrir qué había hecho mal.
M: Victoria...  (Victoria oyó su nombre en labios de Marcos como si éste estuviera  luchando contra una fuerza superior a él.  Ella abrió despacio los ojos para encontrar los suyos bajo el ceño fruncido).  Victoria en estos momentos te deseo con tanta fuerza...
La convicción que oyó en su voz paralizó sus pulmones y probablemente sus cuerdas vocales, ya que los angustiados gritos de su cuerpo de “¡Tómame! ¡Tómame!” jamás salieron de su boca.  Todas esas emociones desconocidas volvieron a invadirla, hirviendo en su interior en un manto de calor que, combinado con el deseo que veía en sus ojos negros, hicieron que sintiera que era engullida por una densa y calurosa noche.
M: Pero...  no quiero hacerte daño.  Jamás me perdonaría (su ronca declaración se vio acompañada por la hipnótica suavidad de su dedo pulgar sobre el labio inferior de ella).  Necesito saber que te encuentras cómoda con lo que está sucediendo, Victoria.  Que puedes manejarlo.
Su cerebro sensualmente abrumado registró que Marcos intentaba cerciorarse de las repercusiones a largo plazo que tendría sobre ellos dormir juntos.  Marcos trataba y quería asegurarse de que no saldría herida sin albergar ideas de que cualquier relación entre los dos terminaría en matrimonio.  A pesar de lo conmovedor que parecía en la superficie, Victoria era lo bastante cínica y conocía lo suficiente a Marcos como para identificar que sus instintos de auto conservación eran casi toda la motivación existente detrás de su nobleza.
No sabía si golpearlo, reír o asustarlo confesándole que la advertencia era inútil porque ya se había enamorado de él.  No..., y la última alternativa no era una opción, porque si de una cosa estaba segura era de que quería hacer el amor con Marcos.  Esa noche.  En ese momento.  La más ligera insinuación de la profundidad de sus sentimientos haría que atravesara la puerta y saliera de su vida en menos de un abrir y cerrar de ojos.  De pronto su deseo de casarse y tener una familia había descendido de su lista de prioridades hasta ocupar un patético segundo lugar, a favor del anhelo de experimentar el placer de hacer el amor con Marcos Guerrero.
Sea lo que fuere lo que sucediera entre ellos esa noche, sería algo que no se repetiría, ya que ninguno de los dos cambiaría su punto de vista sobre el matrimonio; y a pesar de eso, Victoria no era capaz de alejarse.  Por lo menos no esa noche...  “Nunca”, susurró su corazón, sabiendo que en última instancia sería Marcos quien se fuera.
M: Victoria...
V: En realidad, Marcos, no me encuentro cómoda con lo que ha estado sucediendo (irguió los hombros.  Quitó una de las manos de él de la pared y le devolvió la caja de preservativos).  ¡Sostenlos tú! Porque es evidente que no tienes ni idea de lo que hacer con las manos; yo, sin embargo, tengo grandes planes para las mías (la aferró al cuello y lo atrajo a ella hasta que sus bocas se fundieran en un profundo beso).
¡En ese beso de Victoria y Marcos no hubo nada tentativo! Sus bocas se fundieron con demasiada, ardiente y codiciosa ansia que amenazó con consumirla al asumir el rápido control del beso.  Marco pegó a Victoria contra la pared al tiempo que sus manos abrasaron cada centímetro de su piel expuesta y encendieron una pasión que Victoria no reconoció como propia.  Soltó un gemido sensual de placer en el momento en que su mano se cerró sobre un pecho y frotó con la yema de su dedo pulgar la cumbre del otro.
M: Te gusta eso, ¿eh?
V: Hmm... (se retorció cuando lo repitió).
M: ¿Estás dispuesta a retirar la acusación de que no sabía qué hacer con las manos?
V: Hmmm, Una persona necesita motivación para no dejar de mejorar (sacudió la cabeza y se puso de puntillas para reclamar su boca). 

Marcos sonrió, esquivó el beso que pretendía darle y la alzó en brazos.
M: Oh, no te preocupes, cariño...  Estoy muy motivado.  Todavía no has visto nada.
La petulante arrogancia de su declaración era tan entrañable como sexualmente estimulante.  “Bueno, no, no era del todo cierto”, corrigió mientras el colchón de agua se onduló con suavidad bajo ella.  Marcos evocaba en Victoria, además de calidez y sentimientos confusos, provocaba  que el estímulo sexual de él hacia ella pareciera más un incendio fuera de control.  Así se sentía Victoria a medida que sus dedos exploradores le proporcionaban las lecciones más sensuales a su cuerpo había recibido hasta ese momento.  Allí donde la tocaba Marcos se encendía una hoguera cuyas chispas se adelantaban para inflamar otras partes de su cuerpo.  Marcos continuó avivando la pasión hasta que el calor interior se intensificó tanto que Victoria creyó que ardería de placer en una combustión espontánea.  Esas nuevas sensaciones que nunca su cuerpo y su alma habían sentido ya las consideraba adictivas, supuso que las iba a necesitar por el resto de su vida.  Su cuerpo quería más, mucho más.  Y sin pudor le suplicó que se lo diera.  No sólo con palabras, sino con actos.  Victoria con las manos exploró el cuerpo bronceado, musculoso y bien dotado de Marcos; los ojos entornados de él y las murmuradas palabras de aprobación llenaron a Victoria con un sentido exultante de arrogancia ante su propia feminidad y sexualidad, y la retaron a ser tan autocomplaciente como sus deseos la impulsaran a ser...


Marcos, por su parte, se sentía abrumado por sus instintos más básicos que crecían al tener a Victoria bajo su cuerpo.  Sabía que tenía que frenar las cosas.  Pero a pesar de todas sus buenas intenciones no fue capaz de hacer acopio de su fuerza para frenar por los que iba perdiendo capa tras capa de su control físico y mental.  Era demasiado débil para retirarse del calor que le hacía sentir el contacto con la piel de Victoria, y negarse el gozo de oírla gemir su nombre y de observar cómo su cuerpo hermoso respondía al mínimo contacto.  Y demasiado, demasiado egoísta para negarse las sensaciones creadas por la fascinada exploración que ella realizaba de su cuerpo.  El roce de las uñas de Victoria sobre el torso musculoso de Marcos resultaba casi intangible, pero sus entrañas centellearon y se convirtieron literalmente en fuegos artificiales.  ¿Quién habría imaginado que sus manos delicadas y elegantes serían tan firmes y posesivas mientras le recorrían su piel, tanteando, moldeando, apretando y acariciando hasta que él creyó que moriría por el éxtasis de su contacto?
Había creído que conocía a Victoria mejor que a ninguna mujer en el mundo.  Aunque el lado arrogantemente optimista en él había insistido en que no podía estar imaginando la química sexual que había estallado entre ellos durante su estancia en la isla, el lado pesimista había esperado su rechazo.  Pero aún así, había pensado que tendría que actuar con cautela y lentitud, tener paciencia con esa mujer conservadora que creía que el sexo y el amor estaban entrelazados y lo veía como una ruta directa al matrimonio...  ¡Pero Victoria le demostraba segundo a segundo que se había equivocado en todos los sentidos!
En Victoria, no había nada conservador ni ingenuo en el modo en que actuaba o reaccionaba, el que ella se hallara tan relajada con su sensualidad y sexualidad era en sí mismo un acto de erotismo; los movimientos de su cuerpo contra el de Marcos tenían tanta fluidez que él creía ser ungido con un aceite cálido y aromático.
No había nada inhibido en los pequeños gemidos de placer que emitía a medida que la boca de Marcos buscaba probar su néctar más dulce.  Ni evidencia alguna de timidez momentos más tarde cuando se retorció bajo su peso, demandando que lo deseaba todo de él.
La tentación de ceder fue la más poderosa que Marcos había experimentado.  Ninguna mujer lo había afectado con tanta fuerza ni bombardeado sus emociones tan rápida ni exhaustivamente.  Pero su ego insistía en que mantuviera el control, en no dejarse arrastrar por el torrente de su sensualidad.
En un intento por reafirmarse y mitigar su propia impaciencia, dedicó varios minutos a provocar la pasión de ella hasta llevarla al borde de la satisfacción, donde la dejó temblando y suplicándole que llegara hasta el final.   Un momento en que silenciar sus súplicas de liberación plena con simples besos quedaba en el más allá.  Marcos, al percatarse del anhelo de su propio cuerpo, elimina todas las barreras que impedían la unión total de ambos cuerpos al quedarse desnudos totalmente, fue entonces cuando se sumergió en la húmeda calidez de Victoria.
En ese mismo instante minúsculo de tiempo Marcos fue consciente sólo de dos cosas.  Del ronco gruñido de satisfacción cuando Victoria le clavó las manos en los glúteos.  Y de que su intención de experimentarla sólo una vez se hizo pedazos, porque en ese momento sintió una sensación única que estaba seguro que la desearía toda su vida.

Ya ambos en un círculo de fuego quedando ambos piel con piel y sintiendo el calor del otro.  Marcos toma a Victoria del cabello y comienza a darle mordiscones en el cuello, ella con sus caras de placer aumentaba y avivaba todavía más la pasión de Marcos y el amor que él estaba aprendiendo a sentir.  Victoria toma la espalda de Marcos y lo da vuelta quedando ella sobre él.  Marcos acostado perfectamente sobre la cama y Victoria sentada sobre el comienza a cabalgar de una forma violenta y apasionada como solo ella sabe hacer.  Victoria mordía sus labios con placer mientras Marcos admiraba el esplendoroso cuerpo de ella.   En ese momento Marcos gira a Victoria, quedando él sobre ella, continúa con movimientos a un ritmo acelerado para hacerla llegar primero al clímax, para luego llegar él.  No emitieron palabra alguna, normalizando sus respiraciones.  Ya acostados, Marcos abraza por detrás a Victoria.  Victoria rompe en silencio.

V:   Marcos, no sé tú, pero esto es completamente nuevo para mí…

M:   para mí ….

Sin poder terminar ambos se quedan dormidos….

Continuará….

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