sábado, 7 de diciembre de 2013

Capítulo 1

Mi Seductor Amigo
Capítulo 1

La puerta del despacho de Marcos se abrió con tanta violencia que éste creyó que en su oficina interrumpía para apagar un fuego un equipo de bomberos; pero quien entró fue una rubia con un traje amarillo canario ceñido a su cuerpo divino.
M: Buenos días, Victoria (saludó, dejando el informe que había estado leyendo).  Daniel me dijo que habías vuelto.
V: ¡Él lo sabía! (respondió a modo de saludo).
«Oh, oh» (pensó Marcos), habría preferido a los bomberos.  Victoria Bandi furiosa no era algo a lo que un hombre debiera enfrentarse sin al menos un whisky en el estómago y otro en la mano.  El modo en que podía oscilar de lo pacífico a la volatilidad era capaz de dejar a una persona en un desequilibrio emocional.
V: ¿Puedes creerlo? (demandó ella).  ¡Sabía en todo momento que estaba casado!  ¡Quiero decir, lo sabía y no dijo ni una sola palabra!  ¡Oh, Dios!  ¡Estoy tan enfadada que podría arrancarle hasta el corazón!  No estaba preparada para que me lo soltara de esa manera.   Incluso ahora me cuesta creer lo sucedido, y...
M: Victoria (interrumpió Marcos, sabiendo que si no la cortaba en ese momento podría divagar durante una hora sin que él se enterara de nada).   ¿De qué estás hablando? ¿Quién lo sabía?
V: El padrino, por supuesto (fue de un lado a otro sin dejar de pasarse la mano por su corto pelo).  ¡Ha sabido en todo momento que estaba casado y yo ni siquiera me enteré hasta ayer por la noche!  Así...  (Chasqueó los dedos).  ¡Se levanta y se casa sin decir una palabra!

Cualquiera que no conociera a Daniel Pintos habría pensado que la evidente irritación de su ahijada al descubrir que ella era la última en enterarse de su matrimonio era comprensible.   Pero Marcos conocía a Daniel Pintos.  También era su tutor y lo había criado desde los diez años.  Lo cual habría sido el reto más que suficiente para cualquier soltero, sin los problemas de cabeza adicionales de educar a la airada y gesticulante rubia que no paraba de moverse en el despacho de Marcos.

V: Quiero decir, ¿puedes creértelo? (repitió). 
Marcos no podía.  La idea de que Daniel, de setenta y dos años, se hubiera casado sin mencionárselo a ninguno de los dos resultaba incomprensible.  No, imposible; incomprensible era Victoria.
V: ¡Maldita sea, Marcos! (bufó).  ¿Es que no vas a decir nada?  No me vendría mal un poco de simpatía.
M: Lo siento (murmuró, luchando por contener una sonrisa).  Te prometo que te brindaré toda mi simpatía si te calmas y me cuentas de qué demonios estás hablando.
V: ¡Hablo de Brian Carrillo! (su tono y su mirada impaciente indicaron que el nombre debería significar algo para él).
M: Carrillo... Carrillo... (Ese nombre me resulta vagamente familiar, pero...)  ¡Ah!  ¿Te refieres al tipo que Daniel ascendió a Director de Diseño hace más o menos una semana?

Un suspiro sonoro y un gesto de ella confirmaron que había identificado al hombre.   Marcos apenas iba por el departamento de diseño, y en muy raras ocasiones en que tenía que tratar con él lo hacía a través del director, pero Carrillo y él aún no habían necesitado ponerse en contacto.
M: ¿Y? (instó Marcos cuando Victoria no añadió nada más).  ¿Qué pasa con él?
V: Te lo acabo de decir (espetó).  Se casó.
M: Entonces es él quien necesita mi simpatía, no tú (ese comentario por lo general habría provocado uno de los discursos a favor del matrimonio de Victoria, pero lo único que consiguió fue que frunciera los labios y parpadeara con vehemencia).  ¿Victoria? ¿Qué pasa?
V: ¡Se casó con Karen Soto!
M: Hmmm... ¿Su secretaria? (Marcos tuvo que volver a esforzarse por darle una cara al nombre).
V: ¡Sí! (exclamó antes de menear otra vez la cabeza).  Todo es una locura.  Quiero decir, ¿Realmente puedes creer que de verdad se casara con ella?
M: Bueno, ella siempre me dio la impresión de ser más el tipo de persona orientada hacia su carrera que la amante de un ejecutivo (ofreció, ya que estaba claro que Victoria quería su opinión).  Pero es atractiva, así...
V: ¡Marcos! (le lanzó una mirada de «¿eres un completo imbécil?»)  ¡Sólo se casaron para que Brian pudiera conseguir el ascenso! (el tono resaltaba total desaprobación e indignación).  Es lo que se conoce como matrimonio de conveniencia.
M: Un matrimonio de conveniencia... (Marcos rió).  Esa sí que es una tontería.
V: ¡El único tonto eres tú! (replicó, antes de musitar lo que podría haber sido una disculpa y respirar hondo para calmarse).  Por si no te has dado cuenta, este asunto no me parece gracioso.
M: Es evidente (se sonrió).  Pero desde donde estoy yo, siempre y cuando no sea mi boda, Victoria, no me parece el fin del mundo.
V: Te haces el bobo, ah…  ¡No lo entiendes! (en esa ocasión se pasó las dos manos por el pelo, revolviéndolo por completo).  ¡Marcos, no se aman!  ¡Toda esta situación es un desastre!
Victoria era una romántica incurable y, por ende, sus emociones y reacciones siempre resultaban más extremas que razonables, aunque a Marcos le sorprendió la pasión con la que reaccionaba ante el matrimonio de dos empleados de la empresa.
M: No sabía que tú y esa tal Karen fueran tan amigas.
V: Bueno, lo éramos.  Lo somos.  ¡Oh, no lo sé! (respiró hondo y suspiró).  Sólo llegamos a conocernos cuando quise que alguien trazara algunos planos para remodelar mi cocina.

Hizo falta toda la voluntad de Marcos para que no estallara de la risa.  La única mejora útil que Victoria podía hacer en su cocina era forrarla con plomo y donarla al gobierno como contenedor para residuos nucleares.  El sólo hecho de recordar su reciente intento de hacerle un bizcocho (tarta) de cumpleaños a su padrino, Daniel, bastaba para que se le encogiera el estómago.
V: Descubrimos que teníamos mucho en común, y por ello a veces al salir del trabajo salíamos.  Nada especial, ir al cine, a cenar o a dar un paseo por la playa, ya sabes.  Pero una noche regresamos a mi casa y...  bueno, nos sorprendió descubrir que nos atraíamos mutuamente, pero una cosa llevó a la otra y terminamos besándonos y...
M: ¿Qué? ¡Victoria! (ella se sobresaltó al oír el tono de su voz.  Marcos no había pretendido gritar, pero. ..  Demonios, no era un puritano, aunque...).
V: ¡No me mires así!  Besarse es algo perfectamente normal.  Tengo veintiocho años y estoy enamorada de él.
M: ¿De él?  ¿Te refieres a Carrillo?
V: Sí (lo miró con expresión cansada).  Brian Carrillo, el Director del departamento de diseño.  Bueno, como iba diciendo...
Marcos sintió un profundo alivio.  Había mezclado a Karen con Carrillo y durante unos segundos su actitud abierta de vivir y dejar vivir se había visto sacudida.
V: Oh, Marcos...  me siento tan confusa.
M: Cuéntame, porque te sientes confundida (musitó; una elección desgraciada de palabras, ya que Victoria las tomó al pie de la letra y comenzó una exhaustiva narración de lo que sentía por Carrillo). 
En una crisis de negocios, Victoria podía ser el Peñón de Gibraltar, pero cuando se trataba de su vida personal se venía abajo en seguida, al menos delante de él.  Con Daniel siempre lograba mantener un aire de estoicismo en deferencia a la creencia de reserva del hombre mayor.
V: No sé si me siento más desgraciada, enojada o furiosa (dijo con suavidad).  Fue una gran sorpresa.  El padrino me lo dijo en el momento en que me bajé del avión y..., y...
Así como Victoria rara vez lloraba, el frágil temblor de los labios pintados y el rápido parpadeo le indicaron a Marcos que era hora de intervenir y distraerla.
M: Cariño, estoy seguro de que todo esto te parece devastador en este momento, pero a riesgo de sonar poco sensible y cínico... bueno, te enamoras más veces que las que yo me duermo.
C: ¡No es verdad! (dijo con total indignación). 
Victoria en innumerables veces usaba dicha frase en su juventud para convencer a su padrino de que era inocente de cualquier travesura en que la hubieran descubierto; pero Marcos era menos ingenuo.  La miró fijamente hasta que ella no pudo dejar de esbozar una sonrisa tímida. 
V: De acuerdo (dijo).  Pero corrige eso que dijiste por «más veces que las que duermes en tu propia cama», y lo aceptaré.  Pero esta vez es diferente.
M: Hmm.
V: Hablo en serio, Marcos (afirmó con convicción y total seguridad los años que lo conoce).  Lo que siento por Brian era... (Corrigió) es realmente especial.  Él es... bueno... es único.
M: Único, ¿eh? Me lo imagino (dijo con asombro y un poco de sarcasmo).  ¿Quién habría pensado que Brian tendría tanto en común con todos los chicos de los que te enamoraste en los últimos diez años?
V: ¡Pero de eso trata!  Brian no es como los chicos de los que me enamoré antes (una sonrisa extasiada apareció en su cara).  Es inteligente, considerado, compasivo, divertido y... (agitó los brazos).  Y maravilloso.
M: ¡Y está casado! (le recordó).  Palabra que no sólo hace sonar campanillas, sino que incluso evoca imágenes de anillos y campanillas (el rostro de ella quedó consumido por una expresión de absoluta desolación, haciendo que Marcos deseara no haber sido tan directo).  Demonios, quizá ese Carrillo era especial de verdad.  (Rodeó el escritorio y le pasó un brazo por los hombros abatidos).  Lo siento, cariño.  No he sido justo.  Lo último que necesitas es que yo te lo recuerde.  Pero puedes conseguir algo mejor que un tipo que es lo bastante estúpido como para dejarte.  En este caso el perdedor es él.
V: Gracias, Marcos.  Pero, por desgracia, en esta ocasión eso no hace que me sienta mejor.
M: Funcionó cuando te separaste de Tomás (adoptó una expresión cómicamente asombrado).  Y con Ricardo y con Mariano.  Por no mencionar a Risueño, Gruñón, Dormilón y todos sus predecesores.
V: Sí (ante su intento de humor ella hizo una mueca), supongo que después de mil repeticiones todo pierde impacto.
M: Muy bien, pero no deja de ser menos cierto.  Entonces, qué te parece si dejas de ir de víctima y empiezas a mirar el lado bueno, ¿eh?
V: Cielos, Marcos, tu simpatía y compasión resultan abrumadoras (hizo una mueca).
M: Tal como yo lo veo, Victoria, tú ya sientes bastante pena por ti misma.  Alimentar tu desgracia con una falsa compasión sólo te animara a pensar más en ese idiota (tiró de un rizo rubio).  Y pienso que eres más divertida cuando estás dispuesta a comerte el mundo, Victoria Bandi (sonrió, le abrazó fugazmente y le dio un beso en la cabeza).
La suavidad sedosa de su pelo era familiar, pero la leve fragancia de su champú no.  Se centró en el aroma, pero lo distrajo el modo en que sus dedos jugaron con el puño de su camisa y el cosquilleo en su muñeca.
V: Marcos...
M: Hmm (se preguntaba a sí mismo en su cabeza, ¿qué perfume era ese? No es el de siempre.  Resultaba más dulzón).
V: ¡Marcos! (su mano dejó de ser gentil al tirar de la muñeca).  ¿Me estás escuchando?
M: ¿Eh?  Lo siento.  ¿qué has dicho?
V: Que tenías razón...
M: Queeee! Victoria Bandi,  dándome la razón (se ríe), imposible.  ¿Me lo puedes dar por escrito?
Ella sacó la lengua y le golpeó el hombro.
V: He decidido que estar abatida no le hace ningún bien a mi situación, razón por la que estoy aquí.  Necesito tu ayuda, Marcos.
M: ¿Mi ayuda?....

Continuará…..



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