sábado, 14 de diciembre de 2013

Capítulo 17


Mi Seductor Amigo
Capítulo 17


V: ¡Eh, espérenme!
La visión de Victoria corriendo por el muelle hacia el crucero hizo que Marcos sintiera una oleada de alivio.
Cuando llegó el momento de tener que irse al embarcadero, Victoria seguía encerrada en su cuarto, de modo que Marcos llamó a la puerta y le expuso cuáles eran los planes para esa tarde.  Él interpretó su falta de respuesta, aparte de un vehemente “¡Bien, espero que naufraguen y los devoren los tiburones!”, como una negativa silenciosa a acompañarlo.  Por primera vez en su carrera profesional estuvo a punto de anteponer los sentimientos personales a los negocios y cancelar la excursión náutica para intentar reparar los daños de una amistad que valoraba por encima de todas las demás; lo único que lo detuvo fue saber que no había modo de razonar con Victoria hasta que se calmara...  supuso que le quedaba una espera de dos décadas.
Miró de reojo a Elizabeth cuando Victoria saltó a la cubierta y vio que, a diferencia de él, distaba mucho de sentirse complacida por la inesperada llegada de su “esposa”.  Y tampoco fingió lo contrario cuando Victoria la saludó.
E: ¿Qué haces aquí? —demandó.
V: ¿Perdón? (Victoria llevaba unos pantalones cortos y la miró por debajo de una gorra de béisbol gastada; aun así su expresión y tono habrían puesto en su sitio a la realeza.  Sorprendió a Elizabeth, pero no hasta el punto de disculparse).
E: Marcos comentó que no vendrías (explicó con voz que sugería que eso le había gustado.  Miró a Marcos con ojos acusadores y añadió), Dijo que te sentías mal.  Otra vez.
V: Y así era —respaldó su mentira.
E: Entonces, ¿qué haces aquí? (desafió Elizabeth).  No me parece adecuado que te sometas al calor del sol y a los vaivenes de un barco.  Es evidente que tienes una constitución poco robusta, siendo patéticamente delgada y todo eso.
M: ¡Oh, por lo general Victoria tiene una salud de hierro! (intervino Marcos para evitar la demoledora respuesta de Victoria).  Pero ya sabes cómo pueden ser los mareos por la mañana.  Ella... (calló en cuanto notó que Elizabeth ya no era el blanco de la mirada iracunda de Victoria).
E: ¿Está embarazada? (la sorpresa de Elizabeth fue tan aguda como las dagas visuales que le lanzó Victoria).
M: Bueno, eh... (Intentó remediar el error cometido), es decir, creemos que lo está.  Hmm...  Podría estarlo.  Bueno, podría ser.  Eh...  aún no ha sido confirmado.  ¿No, cariño?
V: No, cariño, razón por la que deseaba mantenerlo en secreto (le sonrió con expresión asesina).
M: Amor (intentó esbozar una sonrisa tímida).  Pero no hay motivo para molestarse, estoy seguro de que Elizabeth no lo comentará.  ¿Verdad, Elizabeth?
E: ¡Dudo que alguna vez esté tan necesitada de conversación! (el tono despectivo se vio acompañado por un escalofrío y una mirada gélida).  Si me perdonas, Marcos, dejaré que ambos solucionen sus diferencias personales en privado.  Y de verdad creo que sería mejor que convencieras a tu mujer de que no nos acompañara.  No quiero que la tarde me la estropee una posible embarazada vomitando por la borda.
V: Oh, no te preocupes, Elizabeth (dijo Victoria).  Creo que el hecho de que aún no haya vomitado demuestra que tengo un estómago excepcionalmente fuerte.
Riendo con la poca esperanza de que Elizabeth confundiera el comentario por una broma, Marcos sujetó el codo de Victoria y se la llevó a popa.
M: No dejes que te irrite (musitó).  Ella no merece la pena.
V: No es ella quien me irrita.  ¿Por qué demonios has dicho que estaba embarazada?
M: Fue lo primero que se me ocurrió para justificar tus constantes indisposiciones.
V: ¡Pues deja de decir que estoy enferma!
M: Mira, debía tener alguna explicación para tu ausencia.  Decirle que habíamos discutido hubiera sido como regalarle un millón de dólares.  Para ser sincero, no esperaba que aparecieras.
V: Para ser sincera (imitó ella), no esperaba aparecer; no estoy con ánimos de hacer favores...
M: Pero has venido (sonrió, y alargó la mano, incapaz de contenerse de acariciarle la sedosa mejilla con los nudillos).  Gracias, Victoria.  Lo aprecio.
V: ¡No lo hagas! (se apartó y cruzó los brazos) Sólo he venido porque este trato es importante para Pintos y en especial para Daniel.  Al padrino no le gustaría que lo estropeáramos por dejar que nuestras diferencias personales se interpusieran entre nosotros.  Además (añadió con expresión renuente), te debo una disculpa. 
M: ¿Sí?
V: No te entusiasmes (advirtió).  La doy a regañadientes.  Pero la cuestión es que no fue justo echarte toda la culpa por lo que pasó anoche entre los dos.  Anoche me diste la oportunidad de retirarme.  Y si hubiera prestado atención a mi cabeza y no a mis hormonas, lo habría hecho.  Creo que me excedí en mi reacción porque en el pasado sólo me he acostado con dos chicos...
M: ¡Victoria, para! No necesito oír eso (¡demonios, ni siquiera quería pensar en Victoria en brazos de otro!).
V: No.  Desde luego (se mordió el labio con cierto pudor, y se encogió de hombros).  En cualquier caso, quería que supieras...  bueno, que me hiciste un gran favor.
M: ¿Sí?
V: He estado tan obsesionada con el compromiso y la duración en mis relaciones pasadas que probablemente me he privado de algunos momentos de sexo estupendos, y...
M: ¡Victoria!
V: ¿Qué? (abrió mucho los ojos, desconcertada).
M: ¿Qué quieres decir con qué…? (la miró con ojos furiosos).  ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo?
V: Digo que has tenido razón en todo momento, Marcos (respondió con calma).  La variedad es la sal de la vida.  Y... (el guiñó y la mueca que le hizo debían ser clasificados de «X»), gracias a ti, a partir de ahora Victoria Bandi va a buscar las comidas picantes.

Ya después de navegar junto a Silicona Prol (tal como la había bautizado Victoria), regresaron a la cabaña.

 Continuará….

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