miércoles, 18 de diciembre de 2013

Capítulo 25

Mi Seductor Amigo
Capítulo 25

V: Marcos, lo siento pero no pienso mudarme a tu apartamento (le informó Victoria mientras cenaban comida china con la que él había aparecido esa noche en la puerta de su casa).
M: Pero es mucho más cómodo y más apropiado como hogar para un matrimonio de ejecutivos con éxito. 
V: No si piensa tener una familia.  Y no olvides que fuiste tú quien me dejó embarazada... (se ruborizó, al darse cuenta del doble significado de sus palabras).  Hmmm...  eh...  quiero decir, tú le contaste a Elizabeth que podía estarlo, y...
M: Y le di mala suerte a los dos, según tú forma de exponerlo.
V: Bueno...  en cualquier caso, lo que...  ¡Marcos!, (lo retó) deja de mirarme de esa manera.
M: ¿De qué manera?
V: Como...  como...  como si intentaras ver en mi interior.
M: Tengo curiosidad...
V: ¿Sobre qué?
M: ¿Cómo crees que sería un hijo nuestro?
V: Marcos...  (Parpadeó)...  yo no estoy...
M: No paras de repetírmelo.  Por favor Victoria, por un momento, sígueme la corriente, ¿quieres?  Nunca antes había pensado en niños, y ahora no dejo de tener imágenes de cómo serían los nuestros (frunció el ceño).  ¿Sabes si hay algún caso de gemelos en tu familia?
V: ¡Gemelos! ¿Deseas que tenga gemelos?
M: No sé, me encantaría!  Aunque por momentos imagino a un niño rubio y regordete y al siguiente a una niña de tu color de piel con mi color de pelo.  Por eso me preguntaba...
V: Dudo que tuvieran el pelo rubio (Por su parte a Victoria no se le hizo difícil imaginarse a un niño brillante con la misma fisionomía de Marcos).
M: ¿Por qué no? (sonrió).  Sé que el tuyo es natural.
V: Y el tuyo tan negro como tu perverso sentido del humor (repuso sabiendo que se ruborizaba).
M: Bueno, a pesar de conocer lo rápido que es tu ingenio, mi coeficiente intelectual se puede catalogar como superior, así que probablemente mi intelecto sea el dominante.
V: Pero sólo si se ve compensado por un código moral superior, así que descartaré tu «intelecto» que fue el responsable de meternos en este embrollo y farsa de nuestro matrimonio.  Aunque estarías trepando paredes con una hija si hereda la misma intensidad sexual que la tuya (la expresión de pánico que apareció en la cara de él hizo que Victoria riera).  ¡Sería maravilloso verte intentar controlar a una hija con una libido desbocada!
M: No pasará (afirmó).  Porque a ninguna hija mía le permitiré que salga con chicos hasta cumplidos los treinta.
V: ¿Sí? Bueno, yo puedo asegurarte que ninguna hija mía soportará una existencia tan dominada, protegida y aburrida.
M: No se aburrirá.  Hay un montón de cosas que puedo encontrar para mantenerla ocupada...  entre ellas aprender a cocinar.  Claro que en esas circunstancias... (Guiñó un ojo) sería de gran ayuda que nuestro hijo deseara ser bombero.
V: ¿No será mucho eso y aprender el negocio de los hoteles?
M: ¿Te gustaría tener un hijo en el negocio?
V: Bueno, no...  A menos que él lo deseara.  Pero no es un secreto que Daniel te ha elegido para que, llegado el momento, ocupes su puesto, y supuse que a ti te gustaría pasárselo a tu hijo.
M: Nunca pensé en ello (calló unos momentos).  Aunque imagino que debe ser estupendo poder legarle a tu propio hijo algo tan único como Pintos.  Pero no me importaría que fuera un niño o una niña.  Salvo que, como tú bien has dicho, debe desearlo.  Y me gustaría pensar que lo apoyaría sin importar que quisiera seguir mis pasos o hacerse surfista profesional.
V: ¡Es lo mismo que pienso yo!  Se supone que los padres deben guiar y apoyar a sus hijos, no empujarlos y limitarlos.
M: ¿Crees que es lo que Daniel hizo con nosotros?
V: No intencionadamente.  Afrontémoslo, Daniel no tenía ni idea de qué hacer con nosotros hasta que terminamos la secundaria.  De no haber sido por las excursiones y las vacaciones que organizaba Flor para nosotros, es probable que, aparte de la escuela, sólo hubiéramos ido a la oficina.
M: ¿Estás diciendo que no fuiste feliz? (preguntó con cara preocupada).
V: ¡No, Marcos! ¡Claro que no! Quiero a Daniel y me encantó tenerlo como tutor.  Lo que pasa es que a veces me da la impresión de que se perdió muchas de las buenas cosas que deben disfrutar los padres.
M: ¿Y eso?
V: Él jamás anticipó que sería padre, y cuando ocurrió el accidente de nuestros padres le caímos encima, dirigir la empresa le había eliminado todos los instintos paternales.  A mí siempre me pareció que estaba obsesionado y preocupado por ser un tutor responsable, de modo que jamás se relajó lo suficiente como para disfrutar del gozo que puede representar el mero hecho de ser un buen padre.  No digo que nosotros perdiéramos algo, sino que el padrino lo hizo, aunque él no lo sabe.
M: Victoria (dijo tras quedarse pensativo otro rato), sé que no me consideras preparado para ser un buen padre, pero...
V: ¡Nunca dije eso!
M: Quizá no con tantas palabras (se encogió de hombros), pero has afirmado categóricamente que no quieres casarte conmigo.
V: Sólo porque sé lo que piensas sobre el matrimonio.  Marcos, el hecho de que dude de tu capacidad como marido no quiere decir que no te considere un buen padre para nuestro hijo.
M: Pero acabas de mencionar que uno de los problemas a los que se enfrentó Daniel es que jamás anticipó ser padre (le recordó).  Y esa también ha sido una de las cosas más alejadas de mi mente; por ende...
V: Puede que en el pasado lo hayas sido (cortó ella).  ¡Pero durante estos últimos días no has hecho otra cosa que pensar en ello!  Por el amor del cielo, si ya has empezado a supervisar mi dieta y a especular sobre el aspecto que tendrán nuestros hijos, y todavía ni siquiera sabemos si estoy embarazada.
M: De modo que aunque consideras que sería el equivalente del Anticristo como marido, crees que sería un buen padre, ¿eh?
V: Sí, creo que serías un buen padre (asintió con sinceridad).  Puede que seas un seductor empedernido (sonrió), pero estoy convencida de que ese no es un rasgo genético, así que no hay motivo para que nuestro hijo salga a ti.  Además, básicamente eres una buena persona.
M: Y básicamente tú eres una malcriada, pero...
V: No lo soy (mintió indignada), y jamás lo he sido.
M: Sí que lo eres (corrigió riendo).  En el pasado eras lo suficientemente bonita como para salirte con la tuya (alargó la mano sobre la mesa y le acarició la mejilla).  Ahora eres más que bonita para salirte con la tuya (con el pulgar le rozó el labio, haciendo que a ella se le acelerara el corazón).  Dime una cosa...  ¿los ojos almendrados y seductores predominan sobre los grandes ojos castaños o es al revés?
V: Tus ojos no son castaños (susurró ella).  Son negros como el carbón (sólo pudo ser por respeto a sí misma lo que impulsó a Victoria a apartarse cuando su averiado cerebro giró su boca hacia la palma de la mano de él).
M: Negros como el carbón, ¿eh? (musitó divertido).  Tendré que hacer que cambien mi descripción en el pasaporte.
Sintiéndose como una tonta por lo que había dicho y hecho, se puso a recoger la mesa.  Él la ayudó.  Su incomodidad aumentó cuando, sin alzar la vista, sintió su mirada intensa y su mente enferma comenzó a imaginar que podía sentir sus caricias sobre sus pechos.  Cuando los pezones se endurecieron salió corriendo hacia la cocina.
M: ¿Qué es lo que domina? (insistió Marcos, siguiéndola).  ¿El marrón claro o el negro? (ella giró sorprendida por la descripción que hizo de los suyos). 

Nadie, a excepción de Flor, había notado jamás que sus ojos tendían a cambiar de color, según su estado de ánimo. 
M: Ahora mismo son marrones claro (indicó él, leyéndole la mente).  Pero apuesto que soy capaz de cambiarlos a marrón oscuro.
V: Yo...  no lo aconsejaría (musitó, depositando los platos que tenía en la mano en el fregadero).
M: ¿Por qué?
V: Porque después del lío en que nos has metido con los Prol (repuso en un intento por ser sarcástica), enfuréceme ahora y existen serias posibilidades de que sea la única que quede viva en la habitación.
M: ¿Qué te hace pensar que quiero enfurecerte? (preguntó, pegando sus muslos enfundados en un jean azul contra la parte posterior de los de ella.  De repente el aliento de Marcos en su nuca pareció más devastador que el contacto de su cuerpo).
V: Porque...  hmmm...  Flor dice que cuando me enfado mis ojos se oscurecen.
M: Sí, bueno.  Flor no los conoce del todo...  (Finalmente su boca estableció contacto con la piel del cuello, provocándole escalofríos de placer.  Unas manos grandes y masculinas se posaron sobre las de ella, pegadas a las al borde de la mesada de la cocina).  También el deseo y la pasión los vuelven de una hermosa tonalidad color avellana...  Victoria (susurró cuando ella sintió la extensión de su cuerpo ponerse rígida).  Di no y me detendré ahora mismo…..

Continuará….

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