lunes, 16 de diciembre de 2013

Capítulo 19

Mi Seductor Amigo
Capítulo 19

Vamos, Victoria (dijo ante su propio reflejo en el espejo del baño).  Ve con garra.  No puedes quedarte toda la mañana en el cuarto de baño.
Se sobresaltó al oír una llamada fuerte del otro lado de la puerta.
M: ¡Ha llegado el desayuno, Victoria!
V: Hmm...  bien.  Gracias.  Salgo en seguida.
Necesitó otros cinco minutos para hacer acopio del valor para mirar a Marcos, algo ridículo si tenía en cuenta que se suponía que era una adulta madura y que lo conocía de toda la vida.  Igual de ridículo fue que el corazón le diera un vuelco en el instante en que él alzó la vista cuando se sentó a la mesa.
M: Espero que pudieras dormir algo anoche, porque a mí me fue imposible (dijo con una sonrisa que no funcionó.  Parecía agotado, y ella no pudo atribuirlo sólo a la incomodidad del sofá).
Sólo una mujer insensible podría haberle hecho lo que ella le hizo.  ¡Y pensar que había juzgado a Elizabeth!  Llena de remordimiento, Victoria le tomo la mano, pero al hacerlo sintió su temblor incluso antes de que los ojos oscuros de Marcos se abrieran para reflejar lo mismo, pero casi al instante él se reclinó contra la silla y rompió el contacto.
V: Lo siento, Marcos.  No debí soltarte todo eso ayer.  No cuando te encuentras en medio de unas negociaciones cruciales.  Fue desconsiderado y poco profesional.  Si lo supiera, Daniel me despellejaría.
M: ¿Si supiera qué? (enarcó una ceja).  ¿Qué dormimos juntos o que me alertaste a las posibles repercusiones de dicho acto?
V: No seas denso.  Lo último, por supuesto.  Daniel y yo sabemos que tu libido jamás ha dominado tu comportamiento en la sala de juntas (complacida por lo objetiva que sonaba, se sorprendió cuando él le pegó a la mesa un puño).
M: ¡Gracias por recordármelo, Victoria!  ¡Me cercioraré de señalárselo si estropeo este trato y resulta que estás embarazada!
V: ¡No estoy embarazada!
M: ¡Podrías estarlo!
V: Sólo existe una ínfima posibilidad.  No hace falta que te preocupes hasta que nos aseguremos de ello.
M: ¡Me preocupa!
V: Pues me habrías engañado.  Hace un minuto, cuando
te tomé la mano, te comportaste como si tuviera la peste bubónica (contuvo las lágrimas y se obligó a proseguir con tono racional).  Esperemos a ver qué pasa.  Luego, si estoy embarazada, podemos decidir si le contamos o no a Daniel quién es el padre.
Marcos se levantó de repente, sacudiendo la mesa y derribando algunos vasos.
M: ¡No hay nada que decidir! (rugió.  Nunca había deseado con tantas ganas matar a alguien con sus propias manos).  Entiende...  esto...  Victoria (bajó la voz, pero avanzó hacia ella con cada palabra que pronunciaba).  Si tienes a mi hijo, Daniel y todo el mundo sabrán que yo soy el padre (se inclinó con lentitud y apoyó ambas manos en el respaldo de la silla, atrapándola).  ¿Has recibido el mensaje, Victoria Bandi?  Porque no tengo ninguna intención de hacerme a un lado en silencio mientras tú te lanzas al camino de la abandonada madre soltera.
V: Pe...  pero...  tú...  sabes que a Daniel no...  le gusta que...  exhibamos nuestras...  hmmm...  relaciones personales en la oficina (tragó saliva y echó la cabeza hacia atrás para establecer algo de distancia entre ellos.  Marcos contrarrestó su esfuerzo acercándose más).
M: Al demonio Daniel Pintos y su ceño fruncido.  Y olvida cualquier idea de negarte a casarte conmigo, porque ningún hijo mío va a crecer sin tener a sus dos padres.
V: Una...  una persona no tiene que estar casada para ser padre o madre, Marcos.
Prácticamente tenían las narices pegadas.  Estaban tan cerca que estrangularla ya no era lo que más ocupaba su agotado cerebro.  Cuando el olor de su champú se mezcló con el aroma que reconocía como exclusivo de ella, no pudo detener a su hambrienta boca de buscar sus labios.
En el momento en que su lengua encontró la suave humedad del labio inferior de Victoria, el deseo que lo desgarraba era visceral.  Gimió y su gloriosa intensidad lo hizo cerrar los ojos.
M: ¡Oomph!
Por segunda vez en menos de doce horas ella lo pilló desprevenido.  En esa ocasión con un empujón en el pecho que lo obligó a dar un paso hacia atrás, aunque no lo tumbó al suelo.  De inmediato ella se puso de pie.
V: Apártate, Marcos (le advirtió).  ¡Bien, perfecto! Si estoy embarazada me cercioraré de que tú recibas todos los méritos.  ¡Pero que ni se te ocurra que podrás convencerme de que me case contigo y, así, convertirte en el último mártir vivo con una sesión de besos sexys y ardientes! Porque jamás repito mis errores.
M: Mentirosa (bromeó).  Olvidas que he comido dos veces lo que tú has cocinado.
V: ¡Muy gracioso! Pero te voy a dar un consejo, Marcos...  En tu lugar yo no volvería a comerlo, porque la próxima vez que digas que he hecho algo demasiado amargo no será porque me haya olvidado de echarle azúcar.  Y ahora, ¿quieres hacemos un favor a los dos y olvidar esa...  esa idea acerca de querer casarte conmigo para que podamos concentramos en cerrar el trato?  Cuanto antes llegue al santuario de mi casa, mejor.
M: Estoy tan ansioso como tú de llegar a casa, Victoria.   Pero, para que quede claro, jamás dije que quería casarme contigo (sintió la necesidad de señalarlo ante la obstinación de ella sobre el tema).  Dije que me casaría contigo.  ¡Hay una diferencia! (“Dios, ¿cómo un hombre del intelecto de Marcos podía ser tan...  tan emocionalmente retardado?”, pensó Victoria, furiosa).
Ajeno al peligro potencial para partes vitales de su anatomía, él metió una carpeta azul bajo su nariz. 
M: Esta (gruñó) es mi última oferta por Illusions Island.  Échale un vistazo mientras me doy una ducha.  Debemos reunimos con Prol en una hora.

El comentario hizo que olvidara su ira como no hubiera podido conseguirlo otra cosa.
V: ¿Quieres que vaya? ¿Por qué? Sólo estoy aquí de adorno.  Nunca antes participé en una compra.
M: Frank no lo sabe (se encogió de hombros).  Espero que dé la impresión de que estamos más comprometidos con el asunto si vamos los dos.
V: Pero yo no podré contribuir con nada.  En todo caso, si abro la boca puedo estropearlo todo.
M: Tonterías, Victoria.  Desde que tienes seis años llevas escuchando a Daniel hablar de los motivos para comprar hoteles (la miró fijamente).  Quiero que estés presente.
V: Muy bien.  ¿Me deseas en modo de pleno rendimiento?

Si se tenía en cuenta lo que sentía Marcos, era una pregunta cargada, pero él contuvo la respuesta y asintió.


M: A partir de este momento será mejor que empleemos toda nuestra artillería; Granados acecha en la sombra, sin duda listo para ofrecer una suma ridículamente obscena.
V: Quizá Prol mienta sobre Granados con la esperanza de que aceptes su oferta.  Sabe lo que siente Daniel sobre las propiedades en manos de extranjeros (aventuró a decir).
M: Es cierto.  Le creo cuando afirma que le gustaría que Illusions Island esté en manos de Pintos, pero me incomoda tratar de deducir el precio de sus sentimientos.  Creo que nos dará dos posibilidades para negociar una cantidad que le guste, y si no acertamos, aceptará lo que le ofrezca Granados.
V: Daniel recalcó que no quería que Granados lo derrotara en esto (Victoria frunció el ceño).
M: Lo sé (se pasó una mano con gesto cansado por la nuca).  Pero yo no soy Daniel; no puedo comprar a un precio que signifique que necesitaremos veinticinco años para obtener un beneficio decente.  ¿Dónde nos deja eso?
V: Imagino que dependemos de tu instinto (sonrió).  Si te sirve de consuelo, el día que me marché Daniel comentó que tenía una confianza absoluta en tu juicio.
M: A la vista de los acontecimientos recientes, no esperaba que defendieras que siguiera mis instintos.
V: Me refería a tus instintos en los negocios, Marcos.  Y ahora, a menos que quieras que nos pongamos a discutir otra vez, sugiero que vayas a ducharte.
Marcos estuvo magnífico.
Durante la larga e intensa reunión con Frank, su actitud fue tan ecuánime que un observador neutral habría pensado que no tenía interés en el trato; pero con apenas una ceja enarcada o una pregunta sutil haría que el otro corrigiera un hecho o una cifra que acercaba las negociaciones a favor de Pintos Corporation.  En varias ocasiones pidió la opinión de Victoria, pero de tal modo que ella no podía evitar confiar en su respuesta.  El apoyo a sus comentarios y su inagotable capacidad de exponer números para respaldar todas las afirmaciones de ella cuando Frank las cuestionó, la llenó de una nueva admiración por la forma exhaustiva en que conocía todas las facetas de las operaciones de Pintos Corporation.  No había duda de que la fe que el padrino tenía depositada en Marcos, estaba justificada, pero cuando al final Frank se reclinó en su asiento, después de cinco horas de debate, y anunció que estaba satisfecho con la oferta de Pintos, el orgullo que Victoria experimentó por Marcos fue más personal que profesional.
Su primer deseo fue rodearle el cuello con los brazos, pero, imitándolo, limitó su entusiasmo a una sonrisa tan profesional como la que él le dirigió a Frank.
F: Bueno (comentó el hombre mayor), creo que esto requiere una celebración.  ¿Les parece una cena a las ocho?
M: Lo siento, Frank (repuso Marcos), pero debemos regresar a Buenos Aires tan pronto como sea posible.  ¿Puedes arreglar que tu piloto nos lleve al aeropuerto esta tarde?
La solicitud de Marcos provocó un dolor agudo en todo el cuerpo de Victoria.  Se había terminado.  Misión cumplida.  En unas horas su falso matrimonio con Marcos Guerrero habría concluido.  No más peleas.  No más besos.  No más amor.
¡Bien!
Cuanto antes volviera a su vida normal, mejor.  Marcos quería ponerle fin al fiasco lo antes posible, casi de inmediato.  Ella también.  Le alegraba que terminara.  Había desempeñado su parte y el padrino estaría muy conforme y alegre con el cierre del trato.
Cielos, era tan grande el alivio de que todo hubiera acabado, que no podía pensar en lo que debía hacer a continuación...  Las maletas.  Sí, su primera prioridad eran las maletas.  Oh, y tendría que llamar a Ángela o a Daniel para que fueran a recogerla al aeropuerto.  No, a su padrino no...  Probablemente querría hablar de las negociaciones, querría que los tres cenaran juntos.
F: Victoria...  un brindis (parpadeó ante el sonido de la voz de Frank y descubrió que le ofrecían una copa para champán llena con zumo de naranja.  Su rostro debió mostrar confusión, porque él le explicó).  No debes tomar alcohol si estás embarazada, querida.
«¡No estoy embarazada!», gritó mentalmente, pero de forma automática sonrió, aceptó la copa y la alzó para brindar por el éxito del trato.  Había bebido dos sorbos cuando Elizabeth entró en la estancia con una bata abierta y un biquini que hacía que te preguntaras por qué se había molestado en ponérselo.  Antes de que la morena hubiera podido quejarse de que la dejaran al margen del brindis, Victoria depositó la copa en la mesa y se excusó, aduciendo que debía empezar a hacer las maletas.
Marcos murmuró algo similar y comenzó a guardar documentos en su maletín, pero la idea de quedarse a solas en la cabaña con él era algo superior a lo que podía hacer frente en ese momento.
V: No, hmmm...  cariño (se obligó a sonreír).  Uno de los dos debería quedarse para celebrar el acuerdo del modo que se merece.  Está bien...  yo haré las maletas (ignoró la mirada hostil de él y le estrechó la mano a Frank; luego se preparó para enfrentarse a los ojos felinos de Elizabeth).  Adiós, Elizabeth (sonrió, después observó fugazmente la copiosa cantidad de carne desnuda potenciada por la silicona).  Sin duda ha sido una verdadera...  «revelación» conocerte (dio media vuelta y se dirigió hacia la puerta).  Marcos se la abrió, pero la lentitud de sus movimientos la obligó a alzar la vista.
M: ¿Qué sucede? (preguntó de modo que sólo ella pudiera oírlo).
V: Nada.
M: ¿Por qué estás enfadada conmigo?
V: ¿Por qué iba a estarlo? Has realizado unas negociaciones extraordinarias.
M: Los dos.  No podría haberlo logrado sin ti.
V: Lo que tú digas (sonrió para no llorar).  La buena noticia es que se ha terminado, y dentro de unas horas podremos acabar con esta charada.  ¡Pensando en ello voy a hacer las maletas!

Continuará….

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