domingo, 8 de diciembre de 2013

Capítulo 12

Mi Seductor Amigo
Capítulo 12

Victoria miró el despertador, luego se dio la vuelta y se negó a responder a los golpes en la puerta.  Los pensamientos sobre el hombre que dormía en la otra habitación la mantuvo despierta casi toda la noche, y Marcos estaba loco si pensaba que la dejaría sacarla de la cama a esa hora tan intempestiva.  Aunque la ola que de repente ondeó en el colchón de agua estuvo a punto de tirarla al suelo.
V: ¿Qué demonios...? (una mano le tapó la boca).
M: ¡Shh! (el susurro de Marcos sonó apremiante, su rostro sin afeitar estaba alarmado.  ¡Y su magnífico cuerpo desnudo! Bueno, al menos de la cintura para arriba; Victoria no se atrevió a mirar más abajo).  No subas la voz (le advirtió Marcos).
V: ¿Cómo entraste aquí? (le agarró la muñeca y le apartó la mano).  Anoche puse el cerrojo.
M: Lo sé.  Tuve que entrar por el cuarto de baño (frunció el ceño).  ¿Por qué cerraste...? Olvídalo; hay alguien en la puerta.
V: Pues...  ve a abrir.
M: Escucha, Victoria (maldijo cuando los golpes se hicieron más sonoros).  ¿Carrillo te vio anoche? (ella sacudió la cabeza, más para despejarla que otra cosa, aunque Marcos lo tomó como una negativa).  De acuerdo, entonces nuestra mentira no ha sido descubierta, así que demos por hecho que es Elizabeth quien...
V: ¿No podríamos empezar el día con una nota positiva y suponer que es la Muerte?
M: Ha, Ha, Ya he cerrado el sofá, (se levantó de la cama, y gracias a Dios llevaba calzoncillos), pero será mejor que salgas tú a ver qué quiere.
V: ¿Es que aún no lo has deducido? Chico, eres lento.
M: Ponte esto (hizo caso omiso del sarcasmo, la miró con desaprobación y alargó la camisa que él se había puesto la noche anterior).  Una remera larga de un equipo de fútbol no sugiere una noche de pasión.
V: Es gracioso (le quitó la camisa de la mano y le aclaró a Marcos), pero su dueño no pensaba lo mismo cuando me la regaló la remera.
Victoria observó satisfecha la mueca que provocó en Marcos su comentario, se metió en el baño y rápidamente se cambió, decidida a no prestarle atención a la fragancia de la colonia de Marcos.
El largo de la camisa le llegaba hasta la mitad de los muslos y cubría más que la remera.
M: ¡Date prisa, Victoria!
V: Lo intento, maldita sea (se abotonó la camisa y levantó el cuello para parecer sexy).  ¡Ya voy! (anunció, saliendo del baño.  Al llegar a la puerta de la cabaña, se obligó a hablar con voz alegre).  ¿Quién es?
E: Elizabeth (fue la seca respuesta).
V: Buenos días, Elizabeth (abrió y esbozó una amplia y falsa sonrisa).  ¿Cómo estás? Cielos, ¿no es un día maravilloso?
Cuando la mujer la inspeccionó con descortesía de arriba abajo, Victoria le devolvió el insulto y decidió que debía ser una de las raras ocasiones en que iba demasiado vestida.  Así como el bodysuite y los pantaloncitos de la morena no dejaban mucho a la imaginación, no resultaban tan sugerentes como la camisa de un hombre sin nada debajo.
E: ¿Está Marcos? Tengo que hablar con él.
V: Bueno, sí...  pero, hmm, no está vestido para recibir...  si es que me entiendes.
E: Entonces lo esperaré...  (una mueca reveló unos dientes magníficamente blancos).  Si no te importa.
A Victoria le importaba, y sintió la tentación de...
M: ¿Quién es, cariño?
Ante el sonido de la voz de Marcos giró y lo vio de pie en la puerta del dormitorio con una toalla alrededor de la cintura.  Apoyó el brazo en el marco, para sostener sus débiles rodillas y, al mismo tiempo, bloquear la entrada de la mujer que intentaba pasar.
E: ¡Soy yo, Marcos! (repuso Elizabeth, entrando en la cabaña de todos modos).  Yo...  ¡Oh! (que la propia Elizabeth no supiera qué decir ante la descarada exhibición de masculinidad hizo que Victoria saliera de su asombro).
V: Marcos, mi amor, Elizabeth quiere hablar contigo.  ¿Puedes dedicarle un minuto?
M: Claro.  Buenos días, Elizabeth (Marcos esbozó una sonrisa devastadora).  No tardaré.  Mientras me visto, Victoria y tú pueden charlar un rato.
En cuanto desapareció la fuente de su distracción, Victoria volvió a asumir su papel.  Con amabilidad le indicó una silla.
V: Lo siento, Elizabeth, nos has pillado en un mal momento.
E: ¿De verdad? (preguntó con escepticismo).  Llevo un buen rato llamando.
V: Oh...  Imagino que no prestábamos atención a la puerta.  Tal vez deberías haber llamado... (Con un gesto teatral se dio una palmada en la frente).  ¡Oh, es verdad!  Probablemente Marcos descolgó el teléfono... (se encogió de hombros).
E: Aún lo hace, ¿no? (Elizabeth esbozó una sonrisa ladina).
“¡Es una Zorra!”, pensó Victoria.
M: Muy bien, ya estoy presentable (la aparición de Marcos en bermudas caqui y una camiseta hizo que Victoria estuviera a punto de soltar un suspiro de alivio; hasta que la aferró por la cintura y la acercó para darle un beso fugaz en los labios).  Hablaba en serio sobre descansar hoy (bajó la mano hasta su cadera).  Llevas mucho trabajo encima.
V: Marcos (comenzó, parándole la mano para evitar un ataque al corazón).  Estoy...  eh...  muy bien.  En serio.
M: Es verdad (los ojos oscuros de él la observaron divertidos.  Victoria no pudo hacer otra cosa que sonreír).  Creo que aún se la ve un poco pálida, ¿tú no, Elizabeth? (Marcos tomó el gruñido de Elizabeth como una confirmación de su falsa preocupación).  Me parece que somos dos contra uno, cariño.  Bueno, Elizabeth, ¿para qué querías verme?
E: Por desgracia a Frank le ha salido algo urgente, y no podrá reunirse contigo hoy tal como habíais planeado...
Victoria había oído decir que una resaca podía ser «mala», «fuerte», incluso «terminal», pero jamás «urgente».
E: Pero en vez de sufrir la inconveniencia de un día perdido (continuó Elizabeth, cruzando una pierna desnuda sobre la otra de forma escandalosa, como si quiera cerciorarse de que sus dos anuncios de cirugía plástica no dejaran en la sombra sus otras cualidades), me ha sugerido que te ponga al tanto de lo que hace que Illusion Island sea tan única.
Victoria la oía cuando a su mente el siguiente pensamiento “¡Apuesto que quiere empezar por el dormitorio!”. 
Aunque jamás había dedicado mucho pensamiento al tema de que los títulos podían estar pasados de época, tras conocer a Elizabeth quedó convencida de que todo el procedimiento necesitaba con desesperación algún tipo de control de calidad.
M: Bueno, la cuestión es, Elizabeth (dice Marcos con suavidad), que pensaba llamar a Frank para cancelar la reunión de hoy.  No me gusta dejar sola a Victoria cuando no se encuentra bien.
E: Pero, Marcos, acaba de admitir que se encuentra perfectamente (rio falsamente).  Y estoy convencida de que tu mujer está tan ansiosa como todos nosotros porque Pintos Resort Corporation e Illusion alcancen un acuerdo mutuamente beneficioso lo más pronto posible.  ¿No es así, Victoria, querida?
V: Marcos, Elizabeth tiene razón.  Me siento lo bastante bien como para unirme a vosotros en el recorrido por la isla.
E: ¡No! (estalló Elizabeth antes de modificar su tono de voz).  Quiero decir, lo mejor sería que no lo hicieras.  No deseamos que el calor y el sol puedan provocarte una recaída.
M: Estoy de acuerdo contigo, Elizabeth (dijo Marcos). 
El comentario le ganó una sonrisa complacida de una mujer, mientras la que aún tenía bajo el brazo se puso rígida y le dio un pellizco.  Él palmeó con discreción su trasero y sonrió ante su mirada indignada. 

M: Vamos, cariño, no te pongas así.  Hoy sólo deberías descansar... (contuvo la risa cuando en sus ojos vio una promesa de muerte; luego añadió) Y yo pienso quedarme contigo aquí para cerciorarme de que lo hagas (al instante el cuerpo de Victoria se relajó).  Gracias de todos modos, Elizabeth, pero tendré que declinar tu ofrecimiento.  Dile a Frank que me llame luego, y fijaremos una hora para mañana.
E: ¡Muy bien! (el rostro demasiado maquillado mostró su irritación).  Pero en ese caso, Marcos, ¿puedo sugerirte que cuelgues el teléfono para que logre contactar contigo?
M: ¿Qué demonios quiso decir con eso? (preguntó Marcos después de cerrar la puerta. Victoria dominó el impulso de reír y se encogió de hombros).  A propósito, se me han ocurrido un par de ideas para solucionar el problema de Carrillo.
V: Ahora mismo preferiría que hicieras algo de café, mientras yo me visto.
M: ¿Qué prisa hay?
V: Un marcado síndrome de abstinencia de la cafeína (dijo por encima del hombro de camino al baño).
M: Me refería a la prisa por vestirte.  Personalmente, te encuentro arrebatadoramente sexy con mi camisa favorita...
A Victoria la voz de Marcos le sonó profunda, seductora, seria y le parecía llegar hasta lo más hondo de su ser y acariciarla en todo lo que la hacía mujer.  “¡Es ridículo!” pensó.  Lo único que hacía era bromear, y en vez de imaginar estúpidamente que se trataba de algo más, debería responderle con una contestación ingeniosa que sin duda él esperaba.  Pero no se le ocurrió nada, y aunque lo hubiera pensado, le habría resultado imposible verbalizarlo.
Llegó al cuarto de baño con la suprema fuerza de voluntad de poner una pierna temblorosa delante de la otra.  Nunca antes en su vida había sido tan consciente de un hombre.  Podía sentir su mirada en la espalda, y se obligó a no dar la vuelta y ver qué expresaba su cara.  En cuanto estuvo sola, hundió la espalda contra la puerta cerrada y se dejó caer al suelo.
Tenía que olvidar el hecho de que lo conocía de toda la vida y que no se parecía en nada a los hombres que la habían atraído.  Lo que de verdad le molestaba a ella, era no temer que competir por su atención, ¡sino que deseaba hacerlo! Ya podía quedarse ahí sentada una hora practicando técnicas de respiración, pero la fragancia y aroma de su loción para después del afeitado resultaba tan excitante como la masculinidad impregnada en la tela de su camisa contra su piel desnuda.  Gimió al bajar la vista a lo que con cariño llamaba sus pechos y ver sus cumbres rígidas.
Como si no bastara enfrentarse a la rotunda sexualidad de Marcos, de pronto su propia sensualidad, oculta hasta entonces, también demandaba atención.

Continuará…

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