domingo, 8 de diciembre de 2013

Capítulo 3

Mi Seductor Amigo
Capítulo 3

V: Oh, Marcos, por favor (suplicó).  Si consigues que Karen salga contigo, entonces Brian no se sentirá culpable por salir conmigo (incapaz de hablar por la audacia de su petición, Marcos sólo pudo menear la cabeza, pero Victoria dominó incluso su pequeño logro al enmarcarle la cara en sus manos).  ¿No lo ves, Marcos?   (Habló con voz ligera y amable, sin duda en deferencia a su estado de estupefacción).  Es la solución perfecta.  De hecho, es la única.  Y será fácil.  ¡Karen no se te resistirá! Después de todo, eres inteligente, rico, atractivo, sexy... (Casi ronroneó la palabra).  Y, mejor aún, el siguiente en la línea para ser presidente de Pintos Resort Corporation.  Reconócelo (añadió con sonrisa confiada), por ser una mujer dedicada a su carrera, aunque Karen te considere el idiota más grande de la historia, no salir contigo sería la peor decisión profesional que podría tomar.
Sintió una cierta dosis de satisfacción al agarrar sus muñecas y apartar sus brazos.  Se inclinó y pegó la nariz a la suya.
M: No.
V: No, ¿qué? (ella parpadeó).
M: No, no pienso caer ante una sonrisa dulce, una voz suave o alguno de los trucos femeninos con los que acabas de intentar machacarme.  Y, no, no voy a pedirle a Karen Carrillo salga conmigo.
El intento de Victoria de soltarse hizo que pegara su torso al de Marcos; su furia era tan evidente como el subir y bajar de sus pechos contra su camisa y su rostro acalorado.
V: Ella...  se hace llamar...  Karen Soto.
M: Puede hacerse llamar como mejor le plazca; eso no altera el hecho de que está casada con Brian Carrillo.
Ella trató de soltarse con más vehemencia, algo que él le negó durante unos segundos, tentado a meterle cierto sentido común en la cabeza.  Pero cuando ese impulso benigno de pronto se vio dominado por uno más perturbador de hacerle perder el sentido con un beso, Marcos la dejó libre; de inmediato lo lamentó al darse cuenta de que Victoria empleaba todo su cuerpo para soltarse.  Sus esfuerzos fueron en vano, y un segundo después ella terminó con el trasero en la alfombra.  En el acto se puso en cuclillas a su lado.
M: Demonios, Victoria, ¿te encuentras bien?  Cariño, lo siento (extendió una mano para ayudarla a incorporarse).  No esperaba...
V: ¿Cuánto lo sientes? (los ojos le brillaron con un placer y una expectación casi infantiles).
M: No tanto...
V: Lo cual demuestra que hablar es fácil (le apartó la mano).  Si de verdad lo lamentaras aceptarías invitar a Karen.  Es lo menos que puedes hacer por tirarme al suelo y lastimarme el trasero.
M: No te tiré al suelo (Marcos apretó los dientes).  Y si pensara que serviría para algo y le daría algo de cordura a tu tonta cabeza romántica, te azotaría el trasero.
V: Y si yo pensara que serviría para algo (repitió con ardor, poniéndose de pie con una rapidez que le proporcionó a él una tentadora visión de su pierna), apelaría a tu gentil corazón y te pediría que lo reconsideraras.  ¡Pero es evidente que no tienes corazón, Marcos Guerrero!
M: ¿Sí? Bueno, otra cosa que no tengo es tiempo para quedarme contigo y correr otra vez el riesgo de que me manipules (dijo más enfadado que lo que justificaba la situación, recogió unas carpetas del escritorio).  Nos vemos; tengo una reunión a la que asistir.
V: ¡Marcos, aguarda! (le agarró el brazo).   (Su cara era una mezcla de súplica y cálculo).  ¿Y si te prometiera cocinarte durante una semana por sólo invitar a Karen a comer?
M: Paso.  Los dos sabemos que eres una paciente potencial de urgencias cada vez que entras en una cocina; lo mismo le sucede a cualquiera que coma tus platos.
V: ¿Y si te contara que hace dos semanas empecé a tomar clases de cocina?

El anuncio lo sorprendió, ya que siempre había dicho que en cuanto encontrara al Señor Perfecto dejaría de ser autodidacta en la cocina y asistiría a clases de cocina.  Pero, a pesar de las ideas equivocadas que giraban en su cabeza, Carrillo, casado o no, no era su Señor Perfecto.


M: Diría (respondió con los puños apretados para contener su creciente frustración), que si supones que con eso me vas a convencer...  te equivocas.  Ahora mismo la única lección que necesitas, Victoria, es no jugar con hombres casados.  Un plato caliente no es lo único que puede quemarte los dedos.
V: Marcos, por favor.
M: Lo siento, Victoria, no.  Si quieres fastidiar tu vida, adelante; depende de ti.  Pero no esperes que te ayude.
La dejó sola en su despacho, sabiendo que no tenía más que dos opciones para tratar el asunto.  O bien podía pasar por el departamento de diseño de camino a la reunión y darle un puñetazo a Brian Carrillo por tontear con Victoria, o bien podía comportarse de una manera racional y mantenerse al margen hasta que ella recuperara el sentido común...  ¡y luego darle un puñetazo a Carrillo por tontear con Victoria!

Continuará….

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