domingo, 8 de diciembre de 2013

Capítulo 11

Mi Seductor Amigo
Capítulo 11

Ambos ya habían regresado a su cabaña, después de que Victoria se percatara de la presencia de Brian en el Hotel.

M: ¡No vas a ponerle fin a este matrimonio, Victoria, y no hay más que hablar! (dice arrojando la llave de la cabaña sobre la mesa con tal fuerza que resbaló por la mesa hasta caer a los pies de ella.  Mientras Victoria la recogía, él se dirigió al bar). 
Daniel siempre les había dicho que el autocontrol era el elemento más crucial para retener la ventaja en todas las situaciones.  Vivir de acuerdo con ese lema nunca había sido fácil para ella, a pesar de la naturalidad con la que Marcos y el padrino lo habían conseguido; aunque en el caso de Marcos, hasta ese momento.  No recordaba haberlo visto nunca tan enojado e irritado a la vez.  Por lo general era ella quien se exaltaba y él mantenía una calma estoica cercana a la indiferencia.
Había que reconocer que al principio se tomó la noticia con su normal ecuanimidad, explicándoles al borracho Frank y a su suspicaz esposa, Elizabeth, que Victoria no se encontraba bien y que deseaba llevarla a casa.  Para ella, el regreso del hotel a la cabaña había sido una imagen borrosa de vegetación tropical, porque Marcos la arrastró por el sendero estrecho sin parar de musitar cosas.
M: ¡Hablo en serio, Victoria! Permaneceremos casados.  ¡Fin de la historia!
V: Marcos, sabes que el hecho de que Brian se encuentre aquí lo cambia todo (hizo caso omiso de la mirada asesina que le dirigió mientras abría una botella de cerveza).  Hablémoslo de forma racional.  Los tres.
M: ¿Los tres? (le tembló la mano y se quedó con la botella a medio camino de la boca).  ¿No olvidas a alguien?
V: ¿A quién? —frunció el ceño.
M: Victoria, ¿El nombre de Karen Soto te hace sonar...  digamos que alguna campanilla nupcial?
V: Karen no está aquí.
M: Estás segura, ¿no? (soltó una risa irónica y cruel).
V: Sí.  Brian estaba solo.
M: ¡Quieres despertar! Eso no significa que su esposa no se hallara desnuda bajo las sábanas esperándolo arriba, ¿no?
V: Marcos...
M: ¿No, Victoria? (repitió).  Puede que desees creer que el matrimonio de Carrillo no es...  un matrimonio de verdad, pero no lo sabes con seguridad.  ¿Verdad? ¿Verdad, Victoria?
V: ¡De acuerdo! Si te hace feliz, no.  Supongo que es posible que Karen estuviera arriba.
M: Más que posible, si conozco a Carrillo (alzó la botella en un brindis de burla).
V: ¡Se acabó, Marcos! No lo conoces (respiró hondo para calmarse y se recordó que era natural que Marcos estuviera molesto por la inevitable pérdida de la compra de Illusion Island).  Mira, Marcos (añadió, sorprendida de poder sonar tan tranquila), aunque Karen se hallara arriba...  eso no cambia nada.
M: ¡Qué no cambia nada! ¡Maldita hipócrita!
V: Yo...  yo...  (El asombro y la indignación hicieron que tartamudeara) ¡no lo soy! ¿Cómo te atreves...?
M: ¿Cómo llamarías a una persona que ridiculiza a alguien por algo y que luego se da la vuelta para anunciar que ella va a hacer lo mismo? (retó).
V: ¿A quién ridiculicé?
M: ¡A Elizabeth! Pero olvídate de eso...  (agitó la botella).  Probemos con esto...  ¿Cómo llamas a alguien que promete hacer algo por alguien y luego se retracta cuando encuentra otra cosa que le gusta más? ¿Eh? (demandó).  ¿O a alguien que le da la espalda al hombre que la crio la única vez que él cuenta con ella? ¿Cómo, Victoria?
V: ¡No eres justo!  ¡No es mi culpa que esto le vaya a costar a Daniel el negocio!   ¡Tú eres quien quiso que fingiéramos que estábamos casados!
M: ¡Sí, pero no soy yo quien le pone fin porque me vuelve loca un hombre casado! (la feroz acusación pareció reverberar en la habitación, y Marcos supo que se había pasado cuando Victoria no replicó en el acto con algún comentario sarcástico.  ¡Maldita sea! ¿Qué le pasaba? Estaba sacando las cosas de quicio.  La situación requería un replanteamiento lógico, pero en vez de eso había dejado que su temperamento lo hundiera en una ciénaga.  Ella se lo quedo mirando con ojos nublados por el dolor.  Era evidente que Carrillo le importaba de verdad).  Lo siento, Victoria.  Fue un golpe bajo.

La realidad era que lo sentía por mucho más, aunque reconocer algunas de las cosas que le pasaban por la cabeza no ayudaría en nada.  Esa noche lo había sacudido, incluso antes de que el estúpido de Brian Carrillo hubiera entrado en la ecuación.  El único pensamiento que tenía en la pista de baile había sido saber si Victoria había fantaseado alguna vez con hacer el amor con él.  Se agachó para sacar otra cerveza de la mini nevera y el sonido alto e inesperado de una risa femenina hizo que alzara la cabeza con brusquedad sin pensar en el borde de la barra.
M: ¡Ay!
V: ¡Bien! ¡Te lo tienes merecido!
La cara de Victoria exhibía una mueca de satisfacción malvada, que hizo que él pensara si le había estado leyendo la mente.  Marcos pensó “¡Lo que me faltaba!”, llevándose la mano al punto palpitante justo encima de la oreja.
V: ¿Sangra? (preguntó Victoria cuando él bajó la mano y la inspeccionó).
M: Lamento decepcionarte.  Lo mejor que podemos esperar es un dolor de cabeza.
V: Quizá eso disminuya tu exceso de libido que proyecta un matiz sexual en todo (musitó). 
“¡Cielos!”, pensó Marcos.  “¡Le había leído la mente!”
V: Apoya la botella en la cabeza.
M: ¿Eh? —parpadeó.
V: El frío frenará la hinchazón.
M: ¿Mi libido?
V: ¡Así es! (se burló).  Ni la Antártida lo conseguiría.  Me refiero a tu cabeza.
M: Oh, es verdad (siguió su consejo e hizo una mueca ante el contacto).  Explícate.
V: El frío parará...
M: ¡Eso no! Explica qué te resultó tan gracioso hace unos momentos.
V: Oh...  tu suposición de que me retiraba de nuestro «matrimonio» porque estoy loca por Brian (le clavó la vista como láseres al rojo).  Jamás dije eso.
M: Tú dijiste...
V: Sé exactamente qué dije (indicó con altivez).  Y no fue eso.  Lo entendiste mal.
M: ¿Entendí mal “Odio decirte esto, Marcos, pero nuestro matrimonio se acabó.  Brian Carrillo acaba de entrar en el ascensor”?
V: ¡Sí! (exclamó).  ¡Lo entendiste todo mal! (cruzó la estancia con el ceño fruncido).  Deja que te vea la cabeza.
No había ninguna simpatía evidente en su voz, pero los ojos tenían una expresión claramente más suave.  Marcos apartó la botella e inclinó la cabeza, y unos segundos después los dedos de ella se movieron entre su pelo para tantear el pequeño chichón.  La sensación hormigueante que experimentó podría haber sido causada por el golpe, pero, en ese caso, lo mismo le había sucedido a sus hormonas, porque era como si estuvieran en Disney.
Unos profundos ojos miraron los suyos mientras continuaba acariciándole el cráneo.
V: ¿Te duele mucho? (preguntó con voz blanda por la preocupación).  No parece muy hinchado.
M: ¿No? (preguntó Marcos para darle al siguiente pensamiento “Si sigue así no tardará en hincharse”, y de inmediato se aclaró la garganta).  Es como el infierno (en realidad, una mejor comparación era el cielo, pero no se había quedado del todo estúpido).
Victoria le quitó la botella de la mano y con suavidad la apoyó contra la zona golpeada.  La acción que la aproximó más a él y al estar entre sus suaves curvas y la barra reactivó el recuerdo de la sensación de tenerla moldeada a su cuerpo en la pista de baile.
V: La cuestión, Marcos (dijo, sin tener ni idea del efecto que obraba en él), es que Brian Carrillo sabe que yo no estoy casada, contigo ni con nadie.
M: Hmm (volvió a respirar hondo, tratando de identificar su perfume, que comenzaba a envolver sus sentidos).  ¿Y?
V: ¿Y? (se impacientó y dejó la botella con fuerza sobre la barra y planto la cara a unos centímetros de la de él).  Puede que engañemos a sir Lujuria y Elizabeth Lascivia, pero no a Brian.  ¿Comienzas a entender algo de lo que quiero decirte?
Lo único que deseaba Marcos en ese momento era poner las manos en sus caderas, pegarla a él y lamer esos labios fruncidos hasta que se separaran para él.  De pronto ella se dirigió al otro extremo de la habitación.
V: ¡No puedo creer que Brian haya elegido este hotel! (musitó).  Demonios, ni siquiera sé cómo pensamos que saldría bien aunque él no hubiera venido.
M: Victoria...  Esto puede funcionar.
V: Déjalo, Marcos.  Nos hemos visto atrapados en nuestra propia red de mentiras y...
M: No, todavía no.
Victoria suspiró.  Cuando se trataba de negocios, con la excepción de Daniel, Marcos era la persona más monotemática que conocía.  Lo cual probablemente fuera bueno, ya que esa noche ella no había pensado para nada en los negocios.  En el pasado había aceptado el atractivo de Marcos como la noche sigue al día, pero en menos de veinticuatro horas la atracción hacia él parecía más ardiente y cegadora que el sol.
M: Victoria, escucha...  estoy seguro de que podemos sacarlo adelante si unimos nuestras cabezas.
El tema le invocó a Victoria una imagen que no tenía nada que ver con la cooperación intelectual y que casi rozaba la copulación, por lo que sacudió con vigor la cabeza.  En menos de un abrir y cerrar de ojos él recortó la distancia que los separaba y la agarró de los hombros
M: Vamos, Victoria, sabes lo importante que esto es para Daniel (insistió).  Toda su vida ha estado tratando de comprar una isla.  Se morirá si pierde esta oportunidad.
V: Eso...  eso es chantaje emocional (Victoria tartamudeó cuando las manos de él subieron hasta su cuello y le alzaron la cabeza para que lo mirara) Hmm... Reconozco que se sentirá decepcionado, pero no podemos evitarlo.
M: Sí que podemos (afirmó, su proximidad y contacto hicieron que las hormonas de ella sugirieran cosas que habrían hecho que Elizabeth pareciera tímida con los hombres).  Te estás rindiendo con mucha facilidad, Victoria.
En ese momento libraba la batalla de su vida contra las tentaciones que jamás había esperado sentir ante Marcos.  Era como de la familia.
V: Estoy siendo sensata, realista (Victoria se preguntó a sí misma y a la vez alejándose de Marcos “¿Alguna vez había pronunciado palabras más ciertas?”).  No hay modo en que podamos sacar esto adelante.  Fue una idea totalmente loca desde el principio, pero ahora es imposible.
M: Victoria, ¿por favor? Escúchame.  Tenemos que analizarlo con calma,  ¿Por qué no preparo una copa, nos sentamos y consideramos las opciones que tenemos?
Para Marcos resultaba muy fácil hablar de calma, no se encontraba como Victoria que su nivel de control la estaba traicionando debido a que estaba a punto de desnudarse y arrojarse sobre el! . 

Victoria pensaba “¿Acaso estoy borracha? No parecía probable, ya que había bebido pocas copas de champán, aunque sería una forma ideal de explicar cómo se sentía.  Si en la pista de baile había pensado que era vulnerable, no se comparaba con lo que sentía en ese momento.  Permanecer cerca de él e introducir más alcohol en un cuerpo ya embriagado por su masculinidad era una locura.
V: No quiero una copa.  Y se supone que no debes beber tras recibir un golpe en la cabeza.
M: Bueno...  de acuerdo.  ¿Preparo café y...?
V: ¡No, Marcos! ¡No quiero nada! (Sintiéndose una tonta por el deje de histeria en su réplica, respiró hondo antes de adoptar un tono más racional y compuesto).  Mira, coincido en que al menos por Daniel deberíamos hablar...
M: Bien.  Entonces...
V: Esta noche no, Marcos.  Es tarde y me encuentro demasiado cansada para pensar con claridad.  ¿Vale?
Marcos sentía cualquier cosa menos cansancio.  Y, para ser franco, pensar era lo último que quería que ella hiciera.  Estaba convencido de que en la pista de baile ella no había estado pensando, por lo menos hasta que apareció el idiota de Carrillo.  Sintió una nueva oleada de furia.  ¿Qué demonios veía en ese cretino? Al oír el suspiro de ella, se recompuso mentalmente y alzó la vista para verla en el umbral del dormitorio.
M: Perdona, ¿qué has dicho?
V: Que hablaremos por la mañana.  Buenas noches, Marcos (cerró la puerta antes de darle una oportunidad para responder, pero al rato salió con una almohada pegada al pecho; él ya había logrado abrir el sofá).  No pongas esa expresión tan abatida (sonrió, la cara ya sin maquillaje).  ¿Quién sabe? Tal vez después de una buena noche de sueño podremos encontrar un modo para seguir en la carrera por la isla.
M: A ti te resulta fácil decirlo (musitó).  Tú no tienes que dormir en este colchón de desdicha.
V: Es verdad.  Y como todo esto del matrimonio fue idea tuya, podría ser dura y decir que tú te habías hecho la cama y que no deberías quejarte por dormir en ella.  Pero no lo haré... (el rostro se le iluminó con una expresión maliciosa).  ¡Porque no hay sábanas!
M: Bromeas, ¿no?
V: No.  Aunque la buena noticia es que tienes una almohada.  ¡Toma, agárrala!
La almohada chocó contra su cara en el mismo instante en que la puerta del dormitorio se cerraba.
Continuara…

2 comentarios:

  1. Por Dios!!!! Qué bien que escribís, no puedo parar de leerte, está buenísima!!!!!

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    1. Gracias por tu comentario, me anima a seguir escribiendo, ya estoy subiendo el 12.

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