Mi Seductor
Amigo
Capítulo 29
Esa misma noche en la casa de Victoria minutos antes de la reunión con los Prol…
Victoria se estaba
preparándose para la velada con los Prol.
Ella había elegido un vestido largo color azul añil que le hacía
justicia a su belleza y blanca piel. Por
su parte, Marcos había elegido un tradicional esmoquin negro el cual mantenía
su sexy apariencia intacta. Marcos, que
estaba ya preparado en la sala, se queda totalmente hipnotizado cuando Victoria
sale de su cuarto totalmente producida.
Marcos agarra
la mano de Victoria y la hace girar diciéndole.
M: Victoria que
hermosa, ese vestidito te queda espectacular.
V: Gracias,
pero usted señor Guerrero no se queda atrás.
Estás muy elegante. Como que
habrá que controlar toda la noche a Silicona Prol.
M: No me
preocupo en lo más mínimo, porque con tu sola presencia es suficiente. Aunque te vestiste para ganar una batalla.
V: Una batalla,
no, más bien una guerra (en referencia a Elizabeth).
M: Tranquila no
tienes por qué preocuparte, recuerda que Frank y Daniel estarán presente en la
cena y no creo que ella se mande con alguna maroma. Además me encanta que te pongas así.
V: Así cómo.
M: Celosita, me
fascina.
V: Nada que
ver, solamente no quiero que ella arruine todo lo que hemos logramos para que
las negociaciones se finalizaran con total éxito.
M: Igual no te
preocupes, nuestra “actuación” (con los deditos haciendo el gesto de las
comillas) será magistral.
V: Vamos
M: si vamos.
La cena había
transcurrido sin mayores inconvenientes, hasta que Elizabeth haciendo uso del
sarcasmo le pregunta a Victoria y a Marcos, cuanto tiempo de embarazada tenía,
porque no se le notaba la pancita.
Marcos le contestó que no todas
los embarazos son iguales y que unos después de los cuatro meses es que la
panza se comienza a notar como es el caso de Victoria. Marcos y Victoria, además de ignorar a
Elizabeth, se mantuvieron participando parcialmente de la conversación entre
Frank y Daniel porque sus mentes divagaban en sus propios pensamientos o a
decir la verdad en sus verdaderos sentimientos.
Durante toda la
noche Marcos sólo pensó en una cosa. “No
quiero que esta noche sea el final de todo”.
Sólo porque llevaba reloj supo que la cena con los Prol y el trayecto de
trasladarlos al aeropuerto para que ellos puedan tomar el vuelo privado que los
llevaría a casa habían durado alrededor de seis horas; aparte de eso, no habría
sido capaz de contar qué había sucedido durante la velada. Sólo fue consciente de Victoria, del tono
melodioso de su voz y de su risa. La
arrebatadora belleza de su cara lo había mantenido hechizado.
Pero en ese momento, Marcos temía apartar la vista del camino para mirarla, por miedo a que hablara. El absoluto silencio que había mantenido desde que se despidieron de los Prol le provocaba una ansiedad sobre la reacción de Victoria con relación a la farsa del matrimonio. Porque ya Marcos no sentía que estaban actuando.
Pero en ese momento, Marcos temía apartar la vista del camino para mirarla, por miedo a que hablara. El absoluto silencio que había mantenido desde que se despidieron de los Prol le provocaba una ansiedad sobre la reacción de Victoria con relación a la farsa del matrimonio. Porque ya Marcos no sentía que estaban actuando.
Al girar el coche
para entrar en la calle de la casa de Victoria volvió a verse abrumado por una
inquietud emocional que no entendía. Necesitaba
tiempo para pensar sin distracciones... un
tiempo a solas. Pero por primera vez en
su vida la idea de quedarse solo lo tenía casi paralizado de terror.
Por un lado parecía ridículo que Victoria pusiera fin a su relación por no estar embarazada, cuando en todo momento se había negado a aceptar la posibilidad de estarlo. Por supuesto, había dejado que su relación evolucionara porque lo deseaba, y no porque creyera que era inevitable que tuvieran que casarse. Pero, ¿y si decidía que todo se había acabado al desaparecer la preocupación de los Prol y de ser padres?
Por un lado parecía ridículo que Victoria pusiera fin a su relación por no estar embarazada, cuando en todo momento se había negado a aceptar la posibilidad de estarlo. Por supuesto, había dejado que su relación evolucionara porque lo deseaba, y no porque creyera que era inevitable que tuvieran que casarse. Pero, ¿y si decidía que todo se había acabado al desaparecer la preocupación de los Prol y de ser padres?
Antes de que
rechazara la idea de las vacaciones, Marcos había estado convencido de que en
cuanto se alejaran de la sombra de Pintos y del trato con los Prol, ella
comprendería que lo que compartían iba más allá de los negocios y de un sexo
estupendo. Que era... bueno, especial de alguna manera. ¿Qué posibilidades tenían que explicarle sus
sentimientos cuando ni siquiera él mismo era capaz de entenderlos?
Seguía confuso cuando introdujo el coche en la entrada de la casa de Victoria.
V: Marcos, sé que Daniel espera que vuelvas a tu departamento, así que no hace falta que me acompañes dentro (Victoria se había quitado el cinturón de seguridad antes de que el vehículo parara de golpe por la fuerza con la que él piso el freno. Cuando Marcos logró salir del coche ella ya cruzaba el césped hacia la puerta, donde se detuvo para rebuscar en el bolso). ¡Menos mal! (sonrió, agitando las llaves). Por un segundo pensé que tendría que entrar por la ventana y darle explicaciones a la policía.
M: ¿Por qué? (preguntó él con voz tensa). ¿Es que cambiaste la cerradura cuando fui a buscar el esmoquin?
V: Imagino que hace falta algo más de una semana para acostumbrarse a compartir; olvidé que te había dado un juego a ti.
M: ¿Es un modo indirecto de pedirme que te las devuelva? (se obligó a preguntar, a pesar de temer la respuesta).
V: ¡No! ¡Claro que no! (Marcos se sintió aliviado al observar su expresión angustiada).
M: De acuerdo. Entonces, ¿por qué te muestras tan ansiosa por deshacerte de mí? (inquirió, alzándole la barbilla. Y en cuanto lo hizo se arrepintió). Olvida que lo he preguntado (murmuró con la boca pegada a su frente). Después de mi exhibición adolescente de conducta hormonal en el pasillo hoy, tienes derecho a pensar que seré lo bastante insensible como para saltar sobre ti lo desees o no.
V: No es eso (se apresuró a contestar ella). Es que como Daniel se queda en tu casa, se preguntará por qué tardas tanto. Y... y, bueno... preferiría...
M: ¿No anunciar el hecho de que somos amantes? (preguntó él. Victoria bajó la vista. Marcos supo que si decía algo sin duda lo lamentaría, así que en silencio le quitó las llaves de los dedos y abrió la puerta por ella, encendió la luz y entró para desactivar la alarma. Respiró hondo antes de atraparla en sus brazos para darle un beso intenso, pero muy breve). Buenas noches, cariño. Cierra bien la puerta (ella asintió). Y escucha, no te molestes en poner el despertador. Te despertaré con el desayuno en la cama.
V: ¡No! Será mejor que mañana lleguemos por separado a la oficina (otra sonrisa forzada iluminó su rostro). Es por Daniel.
Marcos no se molestó en recordarle que por lo general Daniel entraba en su oficina apenas amanecer, por lo que no se daría cuenta si llegaban juntos o no.
Menos mal que Marcos conocía de memoria el camino hasta su casa, porque toda su atención la consumió en su preocupación por Victoria. A la mañana siguiente la preocupación se convirtió en miedo al enterarse de que Victoria había llamado a su secretaria para que cambiara todas sus citas por hallarse indispuesta.
Cuando no respondió a su llamada ni saltó el contestador automático, se metió en el coche hecho un manojo de nervios. Logró realizar el trayecto de cuarenta minutos en treinta y dos. Su temor no se evaporó al descubrir que la casa estaba vacía.
Seguía confuso cuando introdujo el coche en la entrada de la casa de Victoria.
V: Marcos, sé que Daniel espera que vuelvas a tu departamento, así que no hace falta que me acompañes dentro (Victoria se había quitado el cinturón de seguridad antes de que el vehículo parara de golpe por la fuerza con la que él piso el freno. Cuando Marcos logró salir del coche ella ya cruzaba el césped hacia la puerta, donde se detuvo para rebuscar en el bolso). ¡Menos mal! (sonrió, agitando las llaves). Por un segundo pensé que tendría que entrar por la ventana y darle explicaciones a la policía.
M: ¿Por qué? (preguntó él con voz tensa). ¿Es que cambiaste la cerradura cuando fui a buscar el esmoquin?
V: Imagino que hace falta algo más de una semana para acostumbrarse a compartir; olvidé que te había dado un juego a ti.
M: ¿Es un modo indirecto de pedirme que te las devuelva? (se obligó a preguntar, a pesar de temer la respuesta).
V: ¡No! ¡Claro que no! (Marcos se sintió aliviado al observar su expresión angustiada).
M: De acuerdo. Entonces, ¿por qué te muestras tan ansiosa por deshacerte de mí? (inquirió, alzándole la barbilla. Y en cuanto lo hizo se arrepintió). Olvida que lo he preguntado (murmuró con la boca pegada a su frente). Después de mi exhibición adolescente de conducta hormonal en el pasillo hoy, tienes derecho a pensar que seré lo bastante insensible como para saltar sobre ti lo desees o no.
V: No es eso (se apresuró a contestar ella). Es que como Daniel se queda en tu casa, se preguntará por qué tardas tanto. Y... y, bueno... preferiría...
M: ¿No anunciar el hecho de que somos amantes? (preguntó él. Victoria bajó la vista. Marcos supo que si decía algo sin duda lo lamentaría, así que en silencio le quitó las llaves de los dedos y abrió la puerta por ella, encendió la luz y entró para desactivar la alarma. Respiró hondo antes de atraparla en sus brazos para darle un beso intenso, pero muy breve). Buenas noches, cariño. Cierra bien la puerta (ella asintió). Y escucha, no te molestes en poner el despertador. Te despertaré con el desayuno en la cama.
V: ¡No! Será mejor que mañana lleguemos por separado a la oficina (otra sonrisa forzada iluminó su rostro). Es por Daniel.
Marcos no se molestó en recordarle que por lo general Daniel entraba en su oficina apenas amanecer, por lo que no se daría cuenta si llegaban juntos o no.
Menos mal que Marcos conocía de memoria el camino hasta su casa, porque toda su atención la consumió en su preocupación por Victoria. A la mañana siguiente la preocupación se convirtió en miedo al enterarse de que Victoria había llamado a su secretaria para que cambiara todas sus citas por hallarse indispuesta.
Cuando no respondió a su llamada ni saltó el contestador automático, se metió en el coche hecho un manojo de nervios. Logró realizar el trayecto de cuarenta minutos en treinta y dos. Su temor no se evaporó al descubrir que la casa estaba vacía.
Continuará…
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